25/05/2019, 23:58
—...¿sí? —respondió Daruu, encogiéndose de hombros.
Y Ayame tragó saliva. ¿Sí? ¿Sí a qué? ¿Que sí había ocurrido algo? ¿Que la Arashikage estaba enfadada con ella? ¿Que había llevado el cadáver de Watanabe a Amegakure?
Ni siquiera quiso preguntar.
Pasaron el resto del día en la habitación de la Bruma Negra, tratando de apartar los funestos pensamientos de su mente y de distraerse con cualquier cosa, ya fuera con Daruu o jugando con Zina y Kiri. Sin embargo, conforme pasaron las horas, la ansiedad creció como un globo en el pecho de la muchacha, dificultándole incluso respirar. Y al final, llegó de forma inevitable la noche con su luna menguante, que hacía reflejo de la misma que ella lucía en su frente. A la llegada de la media noche, Daruu y Ayame se sentaron en la cama y formularon el sello de la técnica del Gentōshin. Y la imponente figura de la Arashikage, se materializó frente a ellos en cuestión de segundos. Era increíble que, pese a encontrarse a kilómetros de distancia, pese a no ser más que una débil e irisada silueta que parpadeaba y se perdía en el aire cada varios segundos; su presencia siguiera manifestando aquella aplastante presencia, capaz de cortar la respiración a cualquiera.
Ayame no tardó en inclinar la cabeza.
—Buenas noches, Arashikage-sama. Ayame al habla —dijo, pero no añadió nada más. De hecho, miró a Daruu de reojo. Ella no sabía a qué se debía aquella reunión vespertina.
Aunque no tardaría en averiguarlo.
Y Ayame tragó saliva. ¿Sí? ¿Sí a qué? ¿Que sí había ocurrido algo? ¿Que la Arashikage estaba enfadada con ella? ¿Que había llevado el cadáver de Watanabe a Amegakure?
Ni siquiera quiso preguntar.
Pasaron el resto del día en la habitación de la Bruma Negra, tratando de apartar los funestos pensamientos de su mente y de distraerse con cualquier cosa, ya fuera con Daruu o jugando con Zina y Kiri. Sin embargo, conforme pasaron las horas, la ansiedad creció como un globo en el pecho de la muchacha, dificultándole incluso respirar. Y al final, llegó de forma inevitable la noche con su luna menguante, que hacía reflejo de la misma que ella lucía en su frente. A la llegada de la media noche, Daruu y Ayame se sentaron en la cama y formularon el sello de la técnica del Gentōshin. Y la imponente figura de la Arashikage, se materializó frente a ellos en cuestión de segundos. Era increíble que, pese a encontrarse a kilómetros de distancia, pese a no ser más que una débil e irisada silueta que parpadeaba y se perdía en el aire cada varios segundos; su presencia siguiera manifestando aquella aplastante presencia, capaz de cortar la respiración a cualquiera.
Ayame no tardó en inclinar la cabeza.
—Buenas noches, Arashikage-sama. Ayame al habla —dijo, pero no añadió nada más. De hecho, miró a Daruu de reojo. Ella no sabía a qué se debía aquella reunión vespertina.
Aunque no tardaría en averiguarlo.