27/05/2019, 23:03
Hanabi, sin perder en ningún momento la enigmática sonrisa, negó con la cabeza.
—No obstante, Datsue-kun, me temo que antes debo presentarte a cierto grupo de gente —dijo, y se apoyó en el escritorio para levantarse—. Si eres tan amable de acompañarme...
Datsue y Hanabi caminaban a través del Jardín de los Cerezos. Ya era común ver al Uzukage pasear por allí junto a algún jounin, charlando, así que la poca gente que lo transitaba no les prestaba más atención de la debida. Corría una brisa que arrancaba pétalos de los tardíos cerezos que aún estaban floridos.
—Como te decía, Datsue —habló Hanabi—, no sé cómo lo haces, pero siempre estás tú en el centro de todo. De todo lo malo, hace un tiempo. Pero últimamente, y cada vez más, de todo lo bueno. O al menos, de todo lo que contribuye a que podamos ocuparnos de lo malo —explicó, riendo—. Has demostrado ser uno de mis shinobi más fieles, y cuando has flaqueado también me lo has confiado. Confianza, Datsue. Has confiado en ti, y te has ganado que yo confíe en ti. Quizás no en las tonterías, en muchas mentiras piadosas. Quizásdeberías trabajar en eso. Pero a la hora de la verdad, Datsue. No me has fallado. Cumpliste.
»Eres mi ninja. Y un buen amigo. —Hanabi se detuvo—. Tienes una capacidad de influencia en la gente, Datsue. ¿Lo sabes, verdad? Para bien o para mal. Un poder... increíble. Es verdad que has estado en el centro de muchos problemas... pero también en el centro de los temas importantes. Y cuando la gente se rodea de ti, se crece. Se implica.
»Eres como uno de los muchos torbellinos de nuestras costas. Todo gira alrededor de ti. Y por eso... por eso quiero proponerte como candidato a Uzukage si a mi me llegase la hora de dejar el sombrero. —Hanabi hizo una reverencia formal—. Compañero.
—No obstante, Datsue-kun, me temo que antes debo presentarte a cierto grupo de gente —dijo, y se apoyó en el escritorio para levantarse—. Si eres tan amable de acompañarme...
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Datsue y Hanabi caminaban a través del Jardín de los Cerezos. Ya era común ver al Uzukage pasear por allí junto a algún jounin, charlando, así que la poca gente que lo transitaba no les prestaba más atención de la debida. Corría una brisa que arrancaba pétalos de los tardíos cerezos que aún estaban floridos.
—Como te decía, Datsue —habló Hanabi—, no sé cómo lo haces, pero siempre estás tú en el centro de todo. De todo lo malo, hace un tiempo. Pero últimamente, y cada vez más, de todo lo bueno. O al menos, de todo lo que contribuye a que podamos ocuparnos de lo malo —explicó, riendo—. Has demostrado ser uno de mis shinobi más fieles, y cuando has flaqueado también me lo has confiado. Confianza, Datsue. Has confiado en ti, y te has ganado que yo confíe en ti. Quizás no en las tonterías, en muchas mentiras piadosas. Quizásdeberías trabajar en eso. Pero a la hora de la verdad, Datsue. No me has fallado. Cumpliste.
»Eres mi ninja. Y un buen amigo. —Hanabi se detuvo—. Tienes una capacidad de influencia en la gente, Datsue. ¿Lo sabes, verdad? Para bien o para mal. Un poder... increíble. Es verdad que has estado en el centro de muchos problemas... pero también en el centro de los temas importantes. Y cuando la gente se rodea de ti, se crece. Se implica.
»Eres como uno de los muchos torbellinos de nuestras costas. Todo gira alrededor de ti. Y por eso... por eso quiero proponerte como candidato a Uzukage si a mi me llegase la hora de dejar el sombrero. —Hanabi hizo una reverencia formal—. Compañero.