28/05/2019, 15:35
Recibir semejante cantidad de elogios, y precisamente por parte de su Uzukage, fue como empacharse a caviar. Por lo bien que sabía, por lo que significaba —en el caso del caviar, que tenía que ser a narices millonario, y eso era sin duda lo mejor que le podía pasar en la vida—, y porque, definitivamente, no era un atracón que uno pudiese darse muy a menudo. Algunos ni ahorrando toda la vida.
Y como sabía lo que costaba ganarse aquellas palabras, las degustó. Con lentitud, regodeándose en su rico sabor. Incluso trató de grabarlas a fuego en su mente, palabra por palabra, para rememorarlas en el futuro en algún día de bajón. Eso fue lo que intentó, sí, hasta que recibió tal fogonazo que nada de eso fue posible, porque su mente, literalmente, se quedó en blanco. Fue como recibir una hikaridama a bocajarro. No, más bien, una hikaridama, una kemuridama, una otodama y una bomba explosiva, todas al mismo tiempo, como tanto le gustaba hacer en combate al bueno de Nabi.
Tardó varios segundos en reaccionar. En volver a sentir su cuerpo. En siquiera darse cuenta que había dejado de respirar y que sus pulmones estaban protestando.
«Un momento, un momento, un momento… ¿Ha dicho qué…? No, no. Espera, Datsue, espera». ¡Qué él era muy de tirarse a la piscina por un mero indicio! Antes el Uzukage había soltado una especia de indirecta con el sombrero y Eri, sí. Pero ahora lo que estaba diciendo era que…
Era que…
«¡¡¡HOOOOSSSSSSSSTIA PUUUTA!!!»
—Por favor, levántese, no me haga esto… —farfulló, colorado, cuando vio que le hacía una reverencia formal. ¡El Uzukage! ¡A él!—. Pero, pero… Hanabi… ¿Está seguro de esto? ¿Lo ha pensado bien? —¿Candidato de Uzukage? ¿¡Él?! ¿Era aquello real, o un Genjutsu? Solo de pensarlo le entraba el vértigo—. Quiero decir… Usted sabe cómo soy. ¡Sabe que tengo mis cosas! —¡Sus pequeños defectos! ¡Sus pequeños arranques emocionales! ¡Sus pequeñas irresponsabilidades!—. Además, yo funciono bien con un guía. ¡Con un mentor como usted, que me aclare el camino! Pero, ¿ser yo el guía, de toda una Villa? —silbó. Eso era jugar en otra liga. El mero hecho de imaginárselo hizo que le entrase un sudor frío.
Oh, sí, era muy bonito verse con el sombrero. Lo había hecho en alguna que otra ocasión, especialmente cuando había creído contar con un hermano al lado. Pero esos eran los típicos sueños que uno tiene para autocomplacerse, para deleitarse en cómo haría según qué cosas. La cosa era que, cuando esos delirios empezaban a ser palpables, uno se daba cuenta que había más cosas bajo la superficie. Una de esas era la responsabilidad. Responsabilidad sobre la Villa. Sobre honrar su pasado, proteger su futuro, y todo ello sin traicionar su presente. Responsabilidad sobre todos y cada uno de sus habitantes. No solo de sus shinobis, sino también de sus civiles. Y siempre manteniendo el rabillo del ojo en el resto del mundo, como bien había empezado a hacer Shiona. «Pero sin olvidarse de que aquí estamos bajo las órdenes de Takaku Rasen, el Señor Feudal. Ay, ¡por Susano’o, en qué marrón me quiere meter Hanabi!»
Le volvió a mirar. Era un tío joven, Hanabi. Todavía no había llegado ni a los cuarenta. De apariencia algo frágil, era cierto, pero bien sabía que las apariencias engañaban. Todavía le quedaban muchos años por vivir, muchas décadas vistiendo aquel sombrero. Sí, no tenía por qué preocuparse tan rápido. Joder, ¡no tenía que preocuparse en absoluto! Dentro de treinta años igual hasta cambiaba de idea. ¿Quién podía predecir lo que ocurriría en tantísimo tiempo, cuando ni los mejores videntes habían previsto ninguno de los acontecimientos que habían pasado en los últimos dos años?
Y como sabía lo que costaba ganarse aquellas palabras, las degustó. Con lentitud, regodeándose en su rico sabor. Incluso trató de grabarlas a fuego en su mente, palabra por palabra, para rememorarlas en el futuro en algún día de bajón. Eso fue lo que intentó, sí, hasta que recibió tal fogonazo que nada de eso fue posible, porque su mente, literalmente, se quedó en blanco. Fue como recibir una hikaridama a bocajarro. No, más bien, una hikaridama, una kemuridama, una otodama y una bomba explosiva, todas al mismo tiempo, como tanto le gustaba hacer en combate al bueno de Nabi.
Tardó varios segundos en reaccionar. En volver a sentir su cuerpo. En siquiera darse cuenta que había dejado de respirar y que sus pulmones estaban protestando.
«Un momento, un momento, un momento… ¿Ha dicho qué…? No, no. Espera, Datsue, espera». ¡Qué él era muy de tirarse a la piscina por un mero indicio! Antes el Uzukage había soltado una especia de indirecta con el sombrero y Eri, sí. Pero ahora lo que estaba diciendo era que…
Era que…
«¡¡¡HOOOOSSSSSSSSTIA PUUUTA!!!»
—Por favor, levántese, no me haga esto… —farfulló, colorado, cuando vio que le hacía una reverencia formal. ¡El Uzukage! ¡A él!—. Pero, pero… Hanabi… ¿Está seguro de esto? ¿Lo ha pensado bien? —¿Candidato de Uzukage? ¿¡Él?! ¿Era aquello real, o un Genjutsu? Solo de pensarlo le entraba el vértigo—. Quiero decir… Usted sabe cómo soy. ¡Sabe que tengo mis cosas! —¡Sus pequeños defectos! ¡Sus pequeños arranques emocionales! ¡Sus pequeñas irresponsabilidades!—. Además, yo funciono bien con un guía. ¡Con un mentor como usted, que me aclare el camino! Pero, ¿ser yo el guía, de toda una Villa? —silbó. Eso era jugar en otra liga. El mero hecho de imaginárselo hizo que le entrase un sudor frío.
Oh, sí, era muy bonito verse con el sombrero. Lo había hecho en alguna que otra ocasión, especialmente cuando había creído contar con un hermano al lado. Pero esos eran los típicos sueños que uno tiene para autocomplacerse, para deleitarse en cómo haría según qué cosas. La cosa era que, cuando esos delirios empezaban a ser palpables, uno se daba cuenta que había más cosas bajo la superficie. Una de esas era la responsabilidad. Responsabilidad sobre la Villa. Sobre honrar su pasado, proteger su futuro, y todo ello sin traicionar su presente. Responsabilidad sobre todos y cada uno de sus habitantes. No solo de sus shinobis, sino también de sus civiles. Y siempre manteniendo el rabillo del ojo en el resto del mundo, como bien había empezado a hacer Shiona. «Pero sin olvidarse de que aquí estamos bajo las órdenes de Takaku Rasen, el Señor Feudal. Ay, ¡por Susano’o, en qué marrón me quiere meter Hanabi!»
Le volvió a mirar. Era un tío joven, Hanabi. Todavía no había llegado ni a los cuarenta. De apariencia algo frágil, era cierto, pero bien sabía que las apariencias engañaban. Todavía le quedaban muchos años por vivir, muchas décadas vistiendo aquel sombrero. Sí, no tenía por qué preocuparse tan rápido. Joder, ¡no tenía que preocuparse en absoluto! Dentro de treinta años igual hasta cambiaba de idea. ¿Quién podía predecir lo que ocurriría en tantísimo tiempo, cuando ni los mejores videntes habían previsto ninguno de los acontecimientos que habían pasado en los últimos dos años?
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado