29/05/2019, 03:32
(Última modificación: 29/05/2019, 03:34 por Umikiba Kaido. Editado 2 veces en total.)
La imagen de Yui se mantuvo estática. El holograma apenas se movió para reaccionar a qué o cuál parte de la historia de Daruu, sin emitir ningún gesto o sonido delator acerca de lo que pensaba, o sentía en ese momento. Cuando Daruu acabó su discurso, Yui ni siquiera se dirigió a él directamente.
—Hida. ¿Tengo entendido que el cadáver cayó desde la ventana de la casa de Amedama?
—Así es, Yui-sama.
Ahora sí, miró a Daruu. Luego a Ayame. Luego a Daruu otra vez.
—Entonces no era tu último recurso. Tenías otra salida. La de haber dejado el cuerpo en tu jodida casa y no echarlo a mitad de la calle. Solicitar una comitiva de la morgue e informarnos directamente sin que me tenga que enterar del revuelo por otros —soltó, irreverente—. Vuestro asesinato... vuestra responsabilidad. Haríais bien los dos en recordarlo de ahora en adelante.
De todas formas, eso no era lo más preocupante. Es que, aún sin haber llegado a ellas, ya se vieran en la necesidad de tomar esa clase de medidas. De agotar sus últimos recursos en un escenario inverosímil que quizás otros habrían manejado de una forma diferente. Aunque daba igual, lo hecho hecho está. Ooyu estaba muerto. Su cadáver, a cientos de millas de Shinogi-To.
La reunión con las Náyades, en día y medio.
¿No habría gente que se extrañase de no ver a Watanabe Ooyu en tan largo tiempo? ¿sus empleados? ¿los colegas de su sitio de bebida y juego habitual? ¿su esposa? ¿sus hijos? joder... ¿acaso tenía hijos?
O quizás, su socio. Zina no sólo le había visto a él en el encuentro preliminar con la aliada de Naia, después de todo. ¿Habían pensado en eso?
—¿Debo esperar que me vuelvas aquí con algún otro cadáver que no sea de las Náyades, o puedo confiar en que podéis con ésto? —indagó—. con la muerte de ese hombre: ¿dejasteis cabos sueltos?
—Hida. ¿Tengo entendido que el cadáver cayó desde la ventana de la casa de Amedama?
—Así es, Yui-sama.
Ahora sí, miró a Daruu. Luego a Ayame. Luego a Daruu otra vez.
—Entonces no era tu último recurso. Tenías otra salida. La de haber dejado el cuerpo en tu jodida casa y no echarlo a mitad de la calle. Solicitar una comitiva de la morgue e informarnos directamente sin que me tenga que enterar del revuelo por otros —soltó, irreverente—. Vuestro asesinato... vuestra responsabilidad. Haríais bien los dos en recordarlo de ahora en adelante.
De todas formas, eso no era lo más preocupante. Es que, aún sin haber llegado a ellas, ya se vieran en la necesidad de tomar esa clase de medidas. De agotar sus últimos recursos en un escenario inverosímil que quizás otros habrían manejado de una forma diferente. Aunque daba igual, lo hecho hecho está. Ooyu estaba muerto. Su cadáver, a cientos de millas de Shinogi-To.
La reunión con las Náyades, en día y medio.
¿No habría gente que se extrañase de no ver a Watanabe Ooyu en tan largo tiempo? ¿sus empleados? ¿los colegas de su sitio de bebida y juego habitual? ¿su esposa? ¿sus hijos? joder... ¿acaso tenía hijos?
O quizás, su socio. Zina no sólo le había visto a él en el encuentro preliminar con la aliada de Naia, después de todo. ¿Habían pensado en eso?
—¿Debo esperar que me vuelvas aquí con algún otro cadáver que no sea de las Náyades, o puedo confiar en que podéis con ésto? —indagó—. con la muerte de ese hombre: ¿dejasteis cabos sueltos?