1/06/2019, 19:22
—El problema es que no importa de dónde venga el peligro, Daruu-kun. Las Náyades no discriminan cuando se trata de su seguridad y de sus operaciones. Son unos reptiles escurridizos que clavan los colmillos cuando tienen una oportunidad infalible, y se esconden en sus distintas madrigueras hasta que pasa la Tormenta —rebatió Shanise, desde su posición en Amegakure—. ¿Por qué crees que no supimos nada durante tanto tiempo? Después de haber dado un gran golpe. Quitándote los ojos.
«Es cierto... Naia desapareció sin dejar rastro después de quitarle los ojos a Daruu. ¿Por qué ahora, después de tanto tiempo, van tras Kiroe?» Meditó Ayame. Había algo en todo aquello que se le escapaba.
—Pero no hemos tenido algo en cuenta. Y es que según le informaste a Yui-sama, el motivo de ese golpe, Daruu, era que tu madre fuera a por ella, ¿no es cierto? ¿Crees que no están esperándonos? ¿Crees que ésta vez, no están esperando a que la Tormenta llegue a ellas con los brazos abiertos?
»Para mí, al menos, resulta evidente que cualquier acontecimiento que perturbe la rutina de su grupo de exiliadas en Shinogi-To puede venir de Amegakure. Es una ventaja que tenemos. No volverán a desaparecer hasta que sepan con certeza de que no es Kiroe quien ha ido a por ellas, sino su hijo y tú, Ayame.
«Y una desventaja al mismo tiempo. Cualquier movimiento en falso hasta ahora y podrá levantar sus alarmas.»
Shanise se volvió hacia Ayame, y esta se enderezó de golpe.
—¿Sabéis cuál es el motivo de la reunión? ¿Qué función tiene ese tal Watanabe para las Náyades?
—Según nos han informado los gatos de Daruu, una de las Náyades, Nioka, tenía una especie de trato con Watanabe. En la reunión del Tsuchiyobi, en los campos de trigo que se encuentran al este, fuera de la ciudad; va a haber un intercambio de mercancía nueva, por lo que Daruu y yo supusimos que se trataba de otro... dojutsu.
Una conclusión razonable, conociendo el negocio que tenían aquellas mujeres como traficantes de Dojutsu.
—Daruu y yo intentamos colarnos en el negocio de Watanabe para obtener más información, incluso le interrogamos con Genjutsu pero... era como si algo no le dejara hablar acerca de las Náyades. No conseguimos sacarle nada. Lo lamento —añadió, inclinando la cabeza.
«Es cierto... Naia desapareció sin dejar rastro después de quitarle los ojos a Daruu. ¿Por qué ahora, después de tanto tiempo, van tras Kiroe?» Meditó Ayame. Había algo en todo aquello que se le escapaba.
—Pero no hemos tenido algo en cuenta. Y es que según le informaste a Yui-sama, el motivo de ese golpe, Daruu, era que tu madre fuera a por ella, ¿no es cierto? ¿Crees que no están esperándonos? ¿Crees que ésta vez, no están esperando a que la Tormenta llegue a ellas con los brazos abiertos?
»Para mí, al menos, resulta evidente que cualquier acontecimiento que perturbe la rutina de su grupo de exiliadas en Shinogi-To puede venir de Amegakure. Es una ventaja que tenemos. No volverán a desaparecer hasta que sepan con certeza de que no es Kiroe quien ha ido a por ellas, sino su hijo y tú, Ayame.
«Y una desventaja al mismo tiempo. Cualquier movimiento en falso hasta ahora y podrá levantar sus alarmas.»
Shanise se volvió hacia Ayame, y esta se enderezó de golpe.
—¿Sabéis cuál es el motivo de la reunión? ¿Qué función tiene ese tal Watanabe para las Náyades?
—Según nos han informado los gatos de Daruu, una de las Náyades, Nioka, tenía una especie de trato con Watanabe. En la reunión del Tsuchiyobi, en los campos de trigo que se encuentran al este, fuera de la ciudad; va a haber un intercambio de mercancía nueva, por lo que Daruu y yo supusimos que se trataba de otro... dojutsu.
Una conclusión razonable, conociendo el negocio que tenían aquellas mujeres como traficantes de Dojutsu.
—Daruu y yo intentamos colarnos en el negocio de Watanabe para obtener más información, incluso le interrogamos con Genjutsu pero... era como si algo no le dejara hablar acerca de las Náyades. No conseguimos sacarle nada. Lo lamento —añadió, inclinando la cabeza.