8/06/2019, 05:52
Shanise sonrió con complacencia al comprobar que los chicos estaban empezando actuar como la ocasión lo pedía. Usando el raciocinio. Poniendo a carburar la cabeza. Yui sonreía, desde luego, aunque por la fúrica adrenalina que le bombeaba desde el corazón. En su cabeza rondaba la fantástica idea de que el final de esas pérfidas estaban muy pero muy cerca de tocarles a la puerta. Hida, muy al margen de todo salvo para algún comentario puntual, se mantuvo impertérrito en su posición, como el solemne guerrero pulido en cientos de batallas, quien no se haya en la necesidad de compartir su sabiduría salvo que así se lo pidiesen.
¡Bám! el escritorio, de nuevo, recibió la caricia de la Tempestad eterna.
—Que no se diga más. Vuelvan mañana, que Shanise se ocupará de prepararte un calabozo para que elabores tu técnica; y pasad por la armería a coger lo que os plazca. No más errores. No más compromisos.
—Buena suerte, chicos. Confiamos en vosotros.
—Larga vida a Amegakure, y muerte a sus traidores.
¡Bám! el escritorio, de nuevo, recibió la caricia de la Tempestad eterna.
—Que no se diga más. Vuelvan mañana, que Shanise se ocupará de prepararte un calabozo para que elabores tu técnica; y pasad por la armería a coger lo que os plazca. No más errores. No más compromisos.
—Buena suerte, chicos. Confiamos en vosotros.
—Larga vida a Amegakure, y muerte a sus traidores.