11/06/2019, 23:24
¡P-puf!
Daruu y Ayame cayeron súbitamente sobre el colchón de una cama que tuvo la bondad de amortiguar su caída. Pero nada pudo amortiguar el choque de sus cabezas, una contra la otra, justo antes de que la pobre muchacha se desplomara a un lado, sus cabellos completamente despeinados y desparramados.
—¿¡Qué ha sido ese rui-? —la voz de Kiroe irrumpió en la habitación de Daruu.
Pero se interrumpió a mitad de camino, petrificada como si la hubiese mirado uno de aquellos seres mitológicos con cabellos de serpientes. Y tanto Ayame como Daruu supieron de inmediato lo que estaba pasando por su cabeza.
—¡N-no, mamá, no es...! —se adelantó Daruu, reincorporándose de golpe y haciendo parecer lo que precisamente no había sido.
—¡NO MOLESTO NO MOLESTO!
La puerta volvió a cerrarse de golpe. Daruu se dio una palmada en la frente.
—Me quiero morir.
Pero Ayame se había quedado aún más petrificada que la misma Kiroe.
—Me hago el harakiri aquí mismo. Me hago el harakiri aquí mismo. Me hago el... —repetía una y otra vez, con las manos temblándole violentamente.
Kiroe acababa de verlos desplomados en la cama de Daruu. A los dos. Y a ella completamente despeinada. ¡Es que era normal! ¿Qué demonios se iba a pensar? ¿Y ahora qué iba a pasar? Lo peor no era lo que pensara Kiroe...
¿Y si se lo contaba a su padre?
Podían darse por muertos. Los dos.