24/06/2019, 20:54
—Tienes que practicarlo más, sí... —reconoció Daruu, que había caído de cara contra el suelo. El chico se levantó y se sacudió el polvo de la ropa—. En fin, será mejor que descansemos hasta el Tsuchiyoubi, ¿no? Recuperemos fuerzas.
—Sí, tienes razón... —concedió Ayame, levantándose también y dejando las nuevas armas cuidadosamente guardadas junto al resto de su arsenal antes de dirigirse hacia el cuarto de baño con toda la intención de darse una buena ducha.
Y cuando llegó el Tsuchiyobi, los dos shinobi se pusieron en marcha. Ni siquiera había amanecido cuando abandonaron la Bruma Negra y tomaron de nuevo las calles de Shinogi-To hacia el este, hacia los muros tras los que, según la información que habían recibido, deberían estar los campos de trigo donde se produciría la tan esperada reunión. La intención era bien clara: llegar antes que las Náyades y desplegar su plan de acción.
Ayame, inusualmente sombría, iba armada con su armamento habitual además de lo que había tomado prestado del Arsenal de Amegakure. En completo silencio, la kunoichi avanzaba junto a su compañero meditando bien lo que estaban a punto de hacer.
No podían permitirse un solo error más. Sus vidas dependían de ello.
—Sí, tienes razón... —concedió Ayame, levantándose también y dejando las nuevas armas cuidadosamente guardadas junto al resto de su arsenal antes de dirigirse hacia el cuarto de baño con toda la intención de darse una buena ducha.
. . .
Y cuando llegó el Tsuchiyobi, los dos shinobi se pusieron en marcha. Ni siquiera había amanecido cuando abandonaron la Bruma Negra y tomaron de nuevo las calles de Shinogi-To hacia el este, hacia los muros tras los que, según la información que habían recibido, deberían estar los campos de trigo donde se produciría la tan esperada reunión. La intención era bien clara: llegar antes que las Náyades y desplegar su plan de acción.
Ayame, inusualmente sombría, iba armada con su armamento habitual además de lo que había tomado prestado del Arsenal de Amegakure. En completo silencio, la kunoichi avanzaba junto a su compañero meditando bien lo que estaban a punto de hacer.
No podían permitirse un solo error más. Sus vidas dependían de ello.