25/06/2019, 16:53
¡Wiiiiiiiiiiiiii!
De haber tenido unos cuantos años menos —y menos sangre en sus manos, probablemente—, Akame casi se habría permitido soltar una exclamación de gozo, como un niño pequeño, al caer por aquel tobogán. El grito de terror que se le había ahogado en la garganta al casi verse estampado contra las bravas aguas bajo el acantilado —casi se había cagado en los calzones, de forma justificada no obstante— se le había convertido en una exclamación sorda de la más sincera sorpresa. «¿¡Esta vieja de los cojones recibe a todos los nuevos integrantes siempre así!? ¡Pero si tiene pinta de pillarse un reúma a la más mínima!» Incrédulo, el Uchiha se dejó llevar por aquel tobogán de hielo hasta el interior de la cueva. De la guarida de Sekiryuu, Ryūgū-jō.
—¡Hop!
Con un ágil aterrizaje, el renegado se posó al borde de las aguas. Luego siguió caminando, adentrándose en aquella gruta que bien podía llegar a convertirse en un ataúd submarino para él. «Este es el momento. Ahora o nunca. ¿Qué habrán hecho con Shikari, estos malditos?» No había dejado de pensar en la prostituta desde que les separasen. Dudaba que nadie en aquella junta de cabrones tuviera dudas sobre lo útil que podía resultar aquella mujer, pero tal vez la balanza beneficio/riesgo se inclinaba del lado contrario al final del día. Akame se sacudió la idea de la cabeza; necesitaba estar fresco.
Cuando llegó junto a la mesa, sus ojos observaron a la mujer que le daba la bienvenida. Concretamente, siguieron la trayectoria del cigarrillo cuando ésta lo arrojó al suelo, y frunció los labios. Su propio paquete de tabaco, ya escaso, estaría ahora empapado. Inservible.
—Un gusto, Princesa —respondió el Uchiha, lacónico. Luego agregó con cuanta tranquilidad fue capaz de reunir, casi de forma inocente—. ¿No tendrás otro pitillo por ahí?
De haber tenido unos cuantos años menos —y menos sangre en sus manos, probablemente—, Akame casi se habría permitido soltar una exclamación de gozo, como un niño pequeño, al caer por aquel tobogán. El grito de terror que se le había ahogado en la garganta al casi verse estampado contra las bravas aguas bajo el acantilado —casi se había cagado en los calzones, de forma justificada no obstante— se le había convertido en una exclamación sorda de la más sincera sorpresa. «¿¡Esta vieja de los cojones recibe a todos los nuevos integrantes siempre así!? ¡Pero si tiene pinta de pillarse un reúma a la más mínima!» Incrédulo, el Uchiha se dejó llevar por aquel tobogán de hielo hasta el interior de la cueva. De la guarida de Sekiryuu, Ryūgū-jō.
—¡Hop!
Con un ágil aterrizaje, el renegado se posó al borde de las aguas. Luego siguió caminando, adentrándose en aquella gruta que bien podía llegar a convertirse en un ataúd submarino para él. «Este es el momento. Ahora o nunca. ¿Qué habrán hecho con Shikari, estos malditos?» No había dejado de pensar en la prostituta desde que les separasen. Dudaba que nadie en aquella junta de cabrones tuviera dudas sobre lo útil que podía resultar aquella mujer, pero tal vez la balanza beneficio/riesgo se inclinaba del lado contrario al final del día. Akame se sacudió la idea de la cabeza; necesitaba estar fresco.
Cuando llegó junto a la mesa, sus ojos observaron a la mujer que le daba la bienvenida. Concretamente, siguieron la trayectoria del cigarrillo cuando ésta lo arrojó al suelo, y frunció los labios. Su propio paquete de tabaco, ya escaso, estaría ahora empapado. Inservible.
—Un gusto, Princesa —respondió el Uchiha, lacónico. Luego agregó con cuanta tranquilidad fue capaz de reunir, casi de forma inocente—. ¿No tendrás otro pitillo por ahí?