12/07/2019, 18:20
El puño de Ayame cargó con toda su potencia contra la parte posterior del carromato, y sus músculos potenciados hidráulicamente se encargaron de impulsar el golpe. La madera crujió bajo sus nudillos, se hizo añicos como si no fuera más que una lámina de corcho, y con ella todo su contenido. El inconfundible sonido del vidrio rompiéndose llenó sus oídos como una canción de cristales: los frascos que aún seguían intactos después del vuelque del carro habían sido completamente destrozados. Ayame entrecerró ligeramente los ojos con un débil gemido de dolor cuando sintió varias punzadas de dolor en el puño; y fue entonces cuando comprobó horrorizada que varios de los cristales y quizás alguna astilla o trozo de madera había herido su mano derecha y que ahora sangraba profusamente.
De repente, escuchó la voz de Kokuō en su cabeza:
«¿Por qué lo ha hecho?»
«¿El qué?» Respondió la muchacha para sus adentros.
«Destrozarlo todo. Esos ojos eran muy valiosos, muy poderosos. La señorita ya conoce el poder del Sharingan y del Byakugan. A saber qué otros Dojutsu podría haber ahí. Podría haberle dado ese poder a su aldea. Podría haber tenido ese poder para us...»
«Esos ojos pertenecían a sus dueños, y a nadie más. No hay discusión posible sobre ello. Parece mentira que no me conozcas, Kokuō, ya sabes que yo no soy el tipo de kunoichi que depende del poder de los demás. Ni siquiera del tuyo. Y ahora... déjame concentrarme, por favor. Esta herida es más seria de lo que me había parecido en un principio.»
Y lo último que necesitaba era tener inutilizada su mano derecha en un combate así.
Ayame recogió la mano sobre su pecho y, con todo el sigilo que fue capaz y se apartó del carro unos pocos metros con todo el cuidado del mundo por no pisar nada que pudiera haber sido contenido del carromato y en lo que no estaba dispuesta a pensar. Intentó camuflarse entre los Sirvientes de la Niebla, tanto de Daruu como suyos, y entonces se acuclilló en el suelo. Con cierto esfuerzo, movió la mano derecha para poder formular el sello de la Serpiente, y entonces cerró los ojos. La mitad de los Sirvientes de la Niebla se disiparon en el aire cuando Ayame se vio obligada a hacer uso de toda su concentración para otro menester: absorber el agua del ambiente y que la niebla le facilitaba para poder curar aquella herida sangrante.
De repente, escuchó la voz de Kokuō en su cabeza:
«¿Por qué lo ha hecho?»
«¿El qué?» Respondió la muchacha para sus adentros.
«Destrozarlo todo. Esos ojos eran muy valiosos, muy poderosos. La señorita ya conoce el poder del Sharingan y del Byakugan. A saber qué otros Dojutsu podría haber ahí. Podría haberle dado ese poder a su aldea. Podría haber tenido ese poder para us...»
«Esos ojos pertenecían a sus dueños, y a nadie más. No hay discusión posible sobre ello. Parece mentira que no me conozcas, Kokuō, ya sabes que yo no soy el tipo de kunoichi que depende del poder de los demás. Ni siquiera del tuyo. Y ahora... déjame concentrarme, por favor. Esta herida es más seria de lo que me había parecido en un principio.»
Y lo último que necesitaba era tener inutilizada su mano derecha en un combate así.
Ayame recogió la mano sobre su pecho y, con todo el sigilo que fue capaz y se apartó del carro unos pocos metros con todo el cuidado del mundo por no pisar nada que pudiera haber sido contenido del carromato y en lo que no estaba dispuesta a pensar. Intentó camuflarse entre los Sirvientes de la Niebla, tanto de Daruu como suyos, y entonces se acuclilló en el suelo. Con cierto esfuerzo, movió la mano derecha para poder formular el sello de la Serpiente, y entonces cerró los ojos. La mitad de los Sirvientes de la Niebla se disiparon en el aire cuando Ayame se vio obligada a hacer uso de toda su concentración para otro menester: absorber el agua del ambiente y que la niebla le facilitaba para poder curar aquella herida sangrante.