16/07/2019, 22:37
—No tendría por qué... —Eri fue la primera en responder—. Además, esto está hecho con materiales más robustos de lo que parece un carro normal y corriente. Aunque puede que nos hayan pedido que acudiéramos porque presentían problemas, así que deberíamos tener cuidado.
—Tienes razón... —asintió Ayame.
—Este vehículo parece ser una caja fuerte con ruedas —comentó Mogura—. Y... probablemente no sea cualquier tipo de persona la que vaya a viajar en este primer viaje. ¿No? Creo que si disfrutaría de asaltar gente en los caminos, esperar a que una caja metálica me los acerque hasta mi sería cuanto menos una comodidad —añadió, cruzándose de brazos—. Suponiendo que algo como eso pueda llegar a suceder, deberíamos poder dividirnos los vagones para hacer guardia. ¿Cómo asaltarían este carro?
—En realidad... parece que somos los únicos, aparte del conductor —le corrigió Ayame. Ninguno de ellos había visto subir a nadie a bordo, y en aquel vagón sólo estaban ellos tres.
Una pequeña sacudida agitó el ferrocarril súbitamente, y Ayame tensó todos los músculos del cuerpo con una exclamación de alarma. Sin embargo, nada pasó. Nada, aparte de que el vehículo comenzó a deslizarse con un ligero y continuo traqueteo provocado por los raíles. La muchacha se asomó por la ventanilla, llena de curiosidad, y no pudo sino maravillarse al ver el paisaje pasando junto a ellos.
—¡Mirad, mirad, ya se mueve! —exclamó alegremente, antes de volverse hacia ellos—. Por el momento no parece nada, pero si queréis podemos hacer una ronda por el resto del ferrocarril o relajarnos por el momento aquí.
—Tienes razón... —asintió Ayame.
—Este vehículo parece ser una caja fuerte con ruedas —comentó Mogura—. Y... probablemente no sea cualquier tipo de persona la que vaya a viajar en este primer viaje. ¿No? Creo que si disfrutaría de asaltar gente en los caminos, esperar a que una caja metálica me los acerque hasta mi sería cuanto menos una comodidad —añadió, cruzándose de brazos—. Suponiendo que algo como eso pueda llegar a suceder, deberíamos poder dividirnos los vagones para hacer guardia. ¿Cómo asaltarían este carro?
—En realidad... parece que somos los únicos, aparte del conductor —le corrigió Ayame. Ninguno de ellos había visto subir a nadie a bordo, y en aquel vagón sólo estaban ellos tres.
Una pequeña sacudida agitó el ferrocarril súbitamente, y Ayame tensó todos los músculos del cuerpo con una exclamación de alarma. Sin embargo, nada pasó. Nada, aparte de que el vehículo comenzó a deslizarse con un ligero y continuo traqueteo provocado por los raíles. La muchacha se asomó por la ventanilla, llena de curiosidad, y no pudo sino maravillarse al ver el paisaje pasando junto a ellos.
—¡Mirad, mirad, ya se mueve! —exclamó alegremente, antes de volverse hacia ellos—. Por el momento no parece nada, pero si queréis podemos hacer una ronda por el resto del ferrocarril o relajarnos por el momento aquí.