18/07/2019, 12:50
(Última modificación: 18/07/2019, 23:34 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
La primera de las Ayame llegó hasta la posición de la figura reptante, un anciano desvalido que trataba intentaba arrastrarse a la desesperada por el fango. No parecía importarle que se estuviera embarrando de los pies a la cabeza, estaba más preocupado por su vida, y por su deseo de escapar.
Pero la kunoichi se plantó delante de él, sombría.
—Ni se te ocurra volver a mover un solo músculo.
La otra Ayame se movió rauda hacia los lindes del campo de niebla e interceptó a la otra silueta. Allí, donde la niebla no era tan espesa, ambos pudieron verse claramente las caras: se trataba del hombre opulento que tan preocupado se había mostrado por la desaparición de Watanabe Ooyu. Él, intuyendo sus intenciones, la miró horrorizado, y entonces empezó a rebuscar algo con desesperación en sus bolsillos.
Pero Ayame no estaba dispuesta a darle tiempo a encontrar lo que estaba buscando.
Con un rápido movimiento de muñeca, la kunoichi desplegó el arco que llevaba escondido bajo su manga izquierda, mientras que la mano derecha tomaba una flecha, la cargaba en la cuerda y la disparaba. El proyectil cruzó el aire como una veloz golondrina contra su antebrazo.
—¡¿Qué pensabáis hacer con todos esos ojos, eh?! —le gritó, furibunda.
Dos hombres que habían hecho negocios con un nido de serpientes. Dos hombres que, aún sin quererlo estaban siendo cómplices del asesinato y mutilación de decenas de personas, incluyendo niños entre ellas... ¿Qué debería hacer con ambos?
Y entonces...
Una violenta explosión congeló el corazón de las dos Ayame, que se volvieron sin poder evitarlo hacia el lugar del sonido. Ambas tragaron saliva, con el corazón desbocado y muertas de preocupación, y la que estaba más cerca de él acuchilló la niebla con sus ojos, tratando de ver cualquier cosa a través de ella, incluso entonó un par de notas para mandar su ecolocalización. Pero ninguna de ellas se movió por el momento, debían confiar en su compañero, no podían abandonar a aquellos dos tipos y dejarlos escapar.
«Confía en él... Sabe arreglárselas...» Se dijo, aunque estaba luchando contra una parte de sí misma
Pero la kunoichi se plantó delante de él, sombría.
—Ni se te ocurra volver a mover un solo músculo.
. . .
La otra Ayame se movió rauda hacia los lindes del campo de niebla e interceptó a la otra silueta. Allí, donde la niebla no era tan espesa, ambos pudieron verse claramente las caras: se trataba del hombre opulento que tan preocupado se había mostrado por la desaparición de Watanabe Ooyu. Él, intuyendo sus intenciones, la miró horrorizado, y entonces empezó a rebuscar algo con desesperación en sus bolsillos.
Pero Ayame no estaba dispuesta a darle tiempo a encontrar lo que estaba buscando.
Con un rápido movimiento de muñeca, la kunoichi desplegó el arco que llevaba escondido bajo su manga izquierda, mientras que la mano derecha tomaba una flecha, la cargaba en la cuerda y la disparaba. El proyectil cruzó el aire como una veloz golondrina contra su antebrazo.
—¡¿Qué pensabáis hacer con todos esos ojos, eh?! —le gritó, furibunda.
Dos hombres que habían hecho negocios con un nido de serpientes. Dos hombres que, aún sin quererlo estaban siendo cómplices del asesinato y mutilación de decenas de personas, incluyendo niños entre ellas... ¿Qué debería hacer con ambos?
Y entonces...
¡BOOOOOOOOOOOOOM!
Una violenta explosión congeló el corazón de las dos Ayame, que se volvieron sin poder evitarlo hacia el lugar del sonido. Ambas tragaron saliva, con el corazón desbocado y muertas de preocupación, y la que estaba más cerca de él acuchilló la niebla con sus ojos, tratando de ver cualquier cosa a través de ella, incluso entonó un par de notas para mandar su ecolocalización. Pero ninguna de ellas se movió por el momento, debían confiar en su compañero, no podían abandonar a aquellos dos tipos y dejarlos escapar.
«Confía en él... Sabe arreglárselas...» Se dijo, aunque estaba luchando contra una parte de sí misma
1 AO mantenida
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