28/07/2019, 18:09
(Última modificación: 28/07/2019, 18:14 por Aotsuki Ayame. Editado 3 veces en total.)
Lejos, muy lejos Shinogi-To, en una prisión siempre sumida en la penumbra y donde el aire estaba siempre cargado de humedad, dos sucesivos estallidos de humo sucedieron en dos celdas contiguas. A estos le sucedieron hasta cuatro estrepitosos golpes. Y una última explosión de humo.
Ayame jadeó como si hubiera pasado un largo tiempo bajo el agua. Le temblaba todo el cuerpo, se sentía tan fatigada como si acabara de correr una maratón, pero se forzó a levantarse agarrándose a las rejas para usarlas como apoyo mientras miraba a su alrededor con la desesperación de quien se sabía atrapada y acorralada, buscando a aquel detestable ricachón. Su clon había desaparecido, y con él había regresado el resto del chakra a su cuerpo. Pero ni siquiera eso bastaba para reponerla del inmenso esfuerzo que había hecho con aquel transporte doble. Y ni siquiera tenía fuerzas para salir de aquella celda en la que se había metido por sus propios medios. Afortunadamente, el prisionero al que había arrastrado con ella no parecía tampoco estar muy dispuesto a arremeter de nuevo contra ella pronto.
Pero eso no quitaba que volvía a estar encerrada.
Encerrada sin poder salir.
El sudor frío perló su frente cuando a su mente acudieron los recuerdos de todos los meses que había pasado allí abajo. Y resolló.
—¡Guardiana, guardiana! ¡¿está usted bien?! —gritaba una mujer, que se afanaba por abrir la reja.
Nunca se había alegrado tanto de oír a nadie. Ayame respiró hondo, tratando de recuperar el aliento.
—¡Cuidado! Estos dos... estos dos hombres trabajaban para Las Náyades —explicó, todo lo deprisa que pudo, mientras se abalanzaba prácticamente sobre la salida de la celda, y al mismo tiempo se aseguraba de que el prisionero no intentara hacer nada por escapar—. Creo... creo que Yui-sama podrá sacarles... información... Ahora... déjame salir de aquí... tengo... tengo que volver... —farfulló, al borde de la extenuación.
Pero nada de eso importaba. Nada podía importar mientras Daruu estaba allí fuera, enfrentándose a una mastuerza como Nioka él solo.
Ayame jadeó como si hubiera pasado un largo tiempo bajo el agua. Le temblaba todo el cuerpo, se sentía tan fatigada como si acabara de correr una maratón, pero se forzó a levantarse agarrándose a las rejas para usarlas como apoyo mientras miraba a su alrededor con la desesperación de quien se sabía atrapada y acorralada, buscando a aquel detestable ricachón. Su clon había desaparecido, y con él había regresado el resto del chakra a su cuerpo. Pero ni siquiera eso bastaba para reponerla del inmenso esfuerzo que había hecho con aquel transporte doble. Y ni siquiera tenía fuerzas para salir de aquella celda en la que se había metido por sus propios medios. Afortunadamente, el prisionero al que había arrastrado con ella no parecía tampoco estar muy dispuesto a arremeter de nuevo contra ella pronto.
Pero eso no quitaba que volvía a estar encerrada.
Encerrada sin poder salir.
El sudor frío perló su frente cuando a su mente acudieron los recuerdos de todos los meses que había pasado allí abajo. Y resolló.
—¡Guardiana, guardiana! ¡¿está usted bien?! —gritaba una mujer, que se afanaba por abrir la reja.
Nunca se había alegrado tanto de oír a nadie. Ayame respiró hondo, tratando de recuperar el aliento.
—¡Cuidado! Estos dos... estos dos hombres trabajaban para Las Náyades —explicó, todo lo deprisa que pudo, mientras se abalanzaba prácticamente sobre la salida de la celda, y al mismo tiempo se aseguraba de que el prisionero no intentara hacer nada por escapar—. Creo... creo que Yui-sama podrá sacarles... información... Ahora... déjame salir de aquí... tengo... tengo que volver... —farfulló, al borde de la extenuación.
Pero nada de eso importaba. Nada podía importar mientras Daruu estaba allí fuera, enfrentándose a una mastuerza como Nioka él solo.
1 AO resuelta
– Ya se sabía, pero la Ayame original era la que estaba luchando contra el ricachón, mientras que el clon había acudido hacia el conductor.