5/08/2019, 18:06
La Fórmula del Sello de los Ocho Trigramas... ¡Que sabía lo típico! Los miembros del Consejo, Uzumakis de pura cepa, no dieron crédito a la primera parte de la exposición de Uchiha Datsue, y así lo evidenciaban sus caretos. Ryoukajiin tenía los ojos muy abiertos, incrédulo. Sanona el ceño fruncidísimo, casi con las cejas cerrándole los ojos. Mishiko se acariciaba la barbilla, suspicaz. Su sonrisa había desaparecido, y en su lugar escudriñaba cada palabra, buscando la mentira.
Pero con la segunda parte ya, fue un despiporre. Los tres se morían por contestarle, pero fue Ryoukajiin el que se hizo oír.
—La verdad, Datsue, creo que hablo por la enteridad del Consejo cuando te digo que... nos dejas anonadados. —El hombre se inclinó hacia adelante—. Pero las palabras se las lleva el viento. ¿Puedes hacer alguna demostración? Has hablado de... revertir la muerte. ¡Revertir la muerte!
»Daría lo que fuera por ver eso.
Era evidente el interés de Ryoukajiin. Al parecer no era sólo destreza con el Fuuinjutsu lo que tenía, sino también un profundo gusto por dichas técnicas. Todo eso podría intuirlo Datsue, aunque la realidad iba por otra dirección.
—En toda mi vida —intervino Sanona—, no he visto a nadie hacer algo así. Y francamente, chico. Me cuesta... me cuesta pensar que sea verdad.
Pero Mishiko le creía. Por una vez, le creía. ¿Quién en su sano juicio diría algo así al Consejo si no era capaz de hacerlo? ¿O acaso era un loco que trataba de engañarlos con algo tan serio y tan importante para ellos como el Fuuinjutsu?
Tragó saliva. Por todos los dioses, ¿de verdad era capaz? ¡Ni siquiera era Uzumaki!
Pero con la segunda parte ya, fue un despiporre. Los tres se morían por contestarle, pero fue Ryoukajiin el que se hizo oír.
—La verdad, Datsue, creo que hablo por la enteridad del Consejo cuando te digo que... nos dejas anonadados. —El hombre se inclinó hacia adelante—. Pero las palabras se las lleva el viento. ¿Puedes hacer alguna demostración? Has hablado de... revertir la muerte. ¡Revertir la muerte!
»Daría lo que fuera por ver eso.
Era evidente el interés de Ryoukajiin. Al parecer no era sólo destreza con el Fuuinjutsu lo que tenía, sino también un profundo gusto por dichas técnicas. Todo eso podría intuirlo Datsue, aunque la realidad iba por otra dirección.
—En toda mi vida —intervino Sanona—, no he visto a nadie hacer algo así. Y francamente, chico. Me cuesta... me cuesta pensar que sea verdad.
Pero Mishiko le creía. Por una vez, le creía. ¿Quién en su sano juicio diría algo así al Consejo si no era capaz de hacerlo? ¿O acaso era un loco que trataba de engañarlos con algo tan serio y tan importante para ellos como el Fuuinjutsu?
Tragó saliva. Por todos los dioses, ¿de verdad era capaz? ¡Ni siquiera era Uzumaki!
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