9/08/2019, 17:27
Otohime y la Anciana se asintieron. Un espíritu quebrado y perdido era el que mejor reaccionaba al Bautizo. Y, oh, si algo era Akame en aquellos momentos, eso era un moribundo en busca de algo a lo que aferrarse.
—Necesito usar el chakra de alguien… —recordó, mirando de soslayo a la Anciana. Todos en el grupo sabían que no poseía las suficientes reservas de energía como para ejecutarlo ella sola. Pero para utilizar el chakra de alguien, antes necesitaba que estuviese inconsciente.
—Esperaremos por Ryū.
Otohime no insistió. De hecho, no tuvieron que esperar muchos minutos hasta oír unos pasos acercándose. Pero no era Ryū, sino…
—¡Hola, mamis! ¿Me echalon de menos? —Sino Money. La Anciana le miró con curiosidad—. Lo sé, lo sé. Debía quedalme espalando pol tu vuelta. ¡Pelo el tiempo es olo, mami! ¡Y ya saben que a Money no le gusta peldelo!
—De hecho llegas justo a tiempo.
—¿Cómo así?
—El Bautizo, Money.
—¿Cómo que el Bautizo? ¿Qué...? —miró a Otohime—. Ah, no. Money no firmó ese contrato. No, no, no. ¡Ni pol todo el olo del mundo van a conseguil que me deje noqueal. ¡Palabra de Money, mamis!
Otohime se mordió el pulgar, y dibujó con su sangre una circunferencia en el pectoral izquierdo de Akame, tan grande que pasó por debajo de su oreja y parte del hombro. Allí donde le había pedido él. Continuó dibujando complicados símbolos y fórmulas por todo su cuerpo, llegando incluso a la roca caliza, escribiendo kanjis que el Uchiha no comprendía ni comprendería en su vida.
Pronto, sin embargo, fue formándose un patrón que sus ojos sí lograron entender. Una figura, más bien, en el suelo. Un dragón de ocho cabezas y ocho colas, todas en distintas posturas y formando un gran círculo alrededor de él. Y es que él era las alas, el torso, el corazón.
Otohime realizó entonces una larga cadena de sellos. Akame no había visto realizar tantos juntos en su vida. El sello que conectaba a Otohime y Money —inconsciente en el suelo con un gran chichón en la nuca— se iluminó, como así también la propia Marca del Dragón de ella, en la nuca. Las escrituras del suelo empezaron a moverse, absorbidas por la marca dejada en el pecho de Akame. Todas se deslizaron por la superficie y su propia piel como serpientes, hasta que no quedó nada más que un dragón dibujado en su piel.
Estaba erguido y desafiante. Tenía las alas desplegadas y las cuatro patas en postura de combate. Su cola, larga, formaba una especia de ú, envolviendo sus dos patas traseras. Tenía la boca abierta, amenazante, y, en definitiva, colaba como un simple tatuaje tribal negro.
Negro, sí. Completamente negro y no con partes rojas como sí las tenía el dragón de Kaido. O el de Otohime. O el de Shaneji, antes de matarle y que se convirtiese en cenizas.
—Acompáñame —le pidió Otohime, visiblemente cansada, pese a haber usado el Chakura Kyūin en Money—. Necesitas dormir algo.
Caminaron entre las estalagmitas, dejando atrás a la Anciana y Money. Akame pudo darse cuenta que algunos de los potentes focos que iluminaban la cueva estaban fundidos o con la batería hidroeléctrica gastada. Se alejaron del lago, adentrándose todavía más en las profundidades de la guarida, y las paredes fueron estrechándose hasta formar un pasillo de unos seis metros de ancho.
El pasillo volvió a abrirse, dando a una zona pequeña comparada con la anterior, circular, y repleta de estalactitas color ocre. Akame contó ocho entradas a su alrededor —sin contar el pasillo por el que había venido—, y tomaron la tercera a la derecha.
Esta vez, el pasillo fue estrechándose todavía más, y perdiendo altura. Las estalactitas y estalagmitas desaparecieron del paisaje, quedando solo las peculiares formas rocosas que eran las paredes, iluminadas por bombillas aquí y allá, y dos tubos de neón color carmesí que recorrían cada borde del suelo.
Tardaron unos minutos en llegar al final, coronado por una enorme puerta de madera color rojo. Era robusta, y se notaba que era antigua. Tallado en la superficie, un gran dragón dándoles la bienvenida, de frente y con las fauces abiertas. Otohime agarró una de sus garras —que servía de pomo—, y la abrió.
—Esta era la habitación de Shaneji —le informó.
Era una habitación bastante amplia, con una cama circular en el centro, de mantas rojas y almohadas blancas. Había varios muebles para la ropa, percheros —no para las chaquetas, sino las espadas—, y una mesa de escritorio, con pluma y tintero sobre ella. También una estantería colgante donde poder colocar libros o pequeños objetos.
Parecía que alguien le había pegado una rápida limpieza, porque no había pertenencia alguna de Shaneji.
—Las luces se apagan manualmente una a una —le indicó. No poseían un cableado para hacerlo a la vez—. Y antes de acostarte bébete una de esas —señaló una de las dos botellas de agua que había sobre la mesita de noche—. Necesitas hidratarte bien. Te quedarás dormido por bastante tiempo. —Eso si llegaba a despertar siquiera—. Que tengas dulces sueños.
Y, con aquella despedida, Otohime cerró la puerta tras de sí y se fue.
—Necesito usar el chakra de alguien… —recordó, mirando de soslayo a la Anciana. Todos en el grupo sabían que no poseía las suficientes reservas de energía como para ejecutarlo ella sola. Pero para utilizar el chakra de alguien, antes necesitaba que estuviese inconsciente.
—Esperaremos por Ryū.
Otohime no insistió. De hecho, no tuvieron que esperar muchos minutos hasta oír unos pasos acercándose. Pero no era Ryū, sino…
—¡Hola, mamis! ¿Me echalon de menos? —Sino Money. La Anciana le miró con curiosidad—. Lo sé, lo sé. Debía quedalme espalando pol tu vuelta. ¡Pelo el tiempo es olo, mami! ¡Y ya saben que a Money no le gusta peldelo!
—De hecho llegas justo a tiempo.
—¿Cómo así?
—El Bautizo, Money.
—¿Cómo que el Bautizo? ¿Qué...? —miró a Otohime—. Ah, no. Money no firmó ese contrato. No, no, no. ¡Ni pol todo el olo del mundo van a conseguil que me deje noqueal. ¡Palabra de Money, mamis!
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Otohime se mordió el pulgar, y dibujó con su sangre una circunferencia en el pectoral izquierdo de Akame, tan grande que pasó por debajo de su oreja y parte del hombro. Allí donde le había pedido él. Continuó dibujando complicados símbolos y fórmulas por todo su cuerpo, llegando incluso a la roca caliza, escribiendo kanjis que el Uchiha no comprendía ni comprendería en su vida.
Pronto, sin embargo, fue formándose un patrón que sus ojos sí lograron entender. Una figura, más bien, en el suelo. Un dragón de ocho cabezas y ocho colas, todas en distintas posturas y formando un gran círculo alrededor de él. Y es que él era las alas, el torso, el corazón.
Otohime realizó entonces una larga cadena de sellos. Akame no había visto realizar tantos juntos en su vida. El sello que conectaba a Otohime y Money —inconsciente en el suelo con un gran chichón en la nuca— se iluminó, como así también la propia Marca del Dragón de ella, en la nuca. Las escrituras del suelo empezaron a moverse, absorbidas por la marca dejada en el pecho de Akame. Todas se deslizaron por la superficie y su propia piel como serpientes, hasta que no quedó nada más que un dragón dibujado en su piel.
Estaba erguido y desafiante. Tenía las alas desplegadas y las cuatro patas en postura de combate. Su cola, larga, formaba una especia de ú, envolviendo sus dos patas traseras. Tenía la boca abierta, amenazante, y, en definitiva, colaba como un simple tatuaje tribal negro.
Negro, sí. Completamente negro y no con partes rojas como sí las tenía el dragón de Kaido. O el de Otohime. O el de Shaneji, antes de matarle y que se convirtiese en cenizas.
—Acompáñame —le pidió Otohime, visiblemente cansada, pese a haber usado el Chakura Kyūin en Money—. Necesitas dormir algo.
Caminaron entre las estalagmitas, dejando atrás a la Anciana y Money. Akame pudo darse cuenta que algunos de los potentes focos que iluminaban la cueva estaban fundidos o con la batería hidroeléctrica gastada. Se alejaron del lago, adentrándose todavía más en las profundidades de la guarida, y las paredes fueron estrechándose hasta formar un pasillo de unos seis metros de ancho.
El pasillo volvió a abrirse, dando a una zona pequeña comparada con la anterior, circular, y repleta de estalactitas color ocre. Akame contó ocho entradas a su alrededor —sin contar el pasillo por el que había venido—, y tomaron la tercera a la derecha.
Esta vez, el pasillo fue estrechándose todavía más, y perdiendo altura. Las estalactitas y estalagmitas desaparecieron del paisaje, quedando solo las peculiares formas rocosas que eran las paredes, iluminadas por bombillas aquí y allá, y dos tubos de neón color carmesí que recorrían cada borde del suelo.
Tardaron unos minutos en llegar al final, coronado por una enorme puerta de madera color rojo. Era robusta, y se notaba que era antigua. Tallado en la superficie, un gran dragón dándoles la bienvenida, de frente y con las fauces abiertas. Otohime agarró una de sus garras —que servía de pomo—, y la abrió.
—Esta era la habitación de Shaneji —le informó.
Era una habitación bastante amplia, con una cama circular en el centro, de mantas rojas y almohadas blancas. Había varios muebles para la ropa, percheros —no para las chaquetas, sino las espadas—, y una mesa de escritorio, con pluma y tintero sobre ella. También una estantería colgante donde poder colocar libros o pequeños objetos.
Parecía que alguien le había pegado una rápida limpieza, porque no había pertenencia alguna de Shaneji.
—Las luces se apagan manualmente una a una —le indicó. No poseían un cableado para hacerlo a la vez—. Y antes de acostarte bébete una de esas —señaló una de las dos botellas de agua que había sobre la mesita de noche—. Necesitas hidratarte bien. Te quedarás dormido por bastante tiempo. —Eso si llegaba a despertar siquiera—. Que tengas dulces sueños.
Y, con aquella despedida, Otohime cerró la puerta tras de sí y se fue.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado