10/08/2019, 23:02
Aún jadeante, con los pulmones a punto de estallar y todos sus músculos suplicando un respiro, Ayame trotó lo más rápido que le permitía su extenuado cuerpo. No lo suficientemente rápido, para su más absoluta desesperanza.
De un momento a otro perdió de vista el pájaro de Daruu y la kunoichi masculló una nueva maldición mientras se esforzaba en seguir adelante, siempre adelante. Era posible que los perdiera de vista, pero su rumbo estaba bastante claro y la conducía inevitablemente a las puertas de Shinogi-to. ¿Acaso Nioka trataba de huir? Aquella corpulenta mujer no parecía ser de aquel tipo de personas, que se daban la vuelta ante la más mínima dificultad. Pero todas las pistas apuntaban a eso, y Ayame se agarró a ese faro en mitad de aquel campo de trigo.
Y, al cabo de varios largos e interminables minutos, una enorme polvareda salpicada de lodo y agua de lluvia se alzó a varios metros de su posición.
—D... Daruu... —resolló, intentando por todos los medios acelerar el ritmo de sus pasos.
Sin embargo, para cuando el polvo se desvaneció, comprobó con horror que allí no había nadie. Ni Daruu, ni Nioka, ni nadie. Ayame alzó la mirada al cielo, pero seguía sin ver rastro alguno del ave de caramelo. Sabiéndose completamente sola, gimoteó, angustiada, sin saber muy bien qué hacer. Había la posibilidad de que Daruu se hubiese teletransportado con Nioka de vuelta a Amegakure, tal y como había hecho ella minutos atrás con sus dos esbirros. Pero no veía rastro ninguno de su sangre cerca, ¿cómo volvería entonces? ¿Y si había sucedido algo a la inversa? ¿Y si Nioka había tomado de rehén a Daruu de alguna manera?
—¿Qué debo hacer...? —se lamentaba, paseando de forma nerviosa, mirando a su alrededor buscando cualquier cosa.
De un momento a otro perdió de vista el pájaro de Daruu y la kunoichi masculló una nueva maldición mientras se esforzaba en seguir adelante, siempre adelante. Era posible que los perdiera de vista, pero su rumbo estaba bastante claro y la conducía inevitablemente a las puertas de Shinogi-to. ¿Acaso Nioka trataba de huir? Aquella corpulenta mujer no parecía ser de aquel tipo de personas, que se daban la vuelta ante la más mínima dificultad. Pero todas las pistas apuntaban a eso, y Ayame se agarró a ese faro en mitad de aquel campo de trigo.
Y, al cabo de varios largos e interminables minutos, una enorme polvareda salpicada de lodo y agua de lluvia se alzó a varios metros de su posición.
—D... Daruu... —resolló, intentando por todos los medios acelerar el ritmo de sus pasos.
Sin embargo, para cuando el polvo se desvaneció, comprobó con horror que allí no había nadie. Ni Daruu, ni Nioka, ni nadie. Ayame alzó la mirada al cielo, pero seguía sin ver rastro alguno del ave de caramelo. Sabiéndose completamente sola, gimoteó, angustiada, sin saber muy bien qué hacer. Había la posibilidad de que Daruu se hubiese teletransportado con Nioka de vuelta a Amegakure, tal y como había hecho ella minutos atrás con sus dos esbirros. Pero no veía rastro ninguno de su sangre cerca, ¿cómo volvería entonces? ¿Y si había sucedido algo a la inversa? ¿Y si Nioka había tomado de rehén a Daruu de alguna manera?
—¿Qué debo hacer...? —se lamentaba, paseando de forma nerviosa, mirando a su alrededor buscando cualquier cosa.