11/08/2019, 23:17
(Última modificación: 11/08/2019, 23:18 por Aotsuki Ayame.)
Pasaron los segundos. Pasaron los minutos. Pero Daruu seguía sin aparecer. Y por mucho que buscó, Ayame no encontró ningún rastro de sangre que pudiera traer de vuelta a su pareja y su compañero. Entonces, ¿qué debía hacer?
«Tenía otra marca en la habitación del hostal...» Pensó entonces, volviéndose en dirección a Shinogi-to.
Pero la incertidumbre y la inseguridad sobre cómo proceder seguían instaladas de forma opresiva en su pecho. ¿Y si regresaba a la Bruma Negra y Daruu volvía a los campos de maíz? Podría llegar a pensar de forma errónea que le habría pasado algo y eso quizás le llevara a cometer alguna imprudencia... ¿Pero y si se quedaba allí y seguía sin regresar?
La kunoichi resopló, angustiada. No le gustaba nada la única idea que se le había ocurrido, pero no le quedaba otra opción.
—Kage Bunshin no Jutsu... —masculló, entrelazando las manos en aquel característico sello.
Una pequeña nube de humo estalló junto a ella, y tras ella apareció una réplica exacta de la extenuada kunoichi.
—Tú... quédate aquí... —le dijo a su clon, entre renovados resuellos—. Si Daruu vuelve aquí... dile que estoy en la Bruma...
La otra asintió, igual de cansada que la verdadera, y se sentó con las piernas cruzadas sin siquiera molestarse por mancharse de lodo. Mientras tanto, la verdadera Ayame se limitó a asentir y, tambaleante, con el corazón en un puño y arrastrando los pies entre el trigo y el fango; echó a andar lentamente hacia la entrada de Shinogi-to.
Seguía gastando chakra. Una y otra vez sin descanso. Y estaba segura de que todo aquello terminaría pasándole factura. Pero no podía permitirse correr el riesgo de abandonar el lugar y que Daruu terminara malinterpretando una señal equivocada.
«Tenía otra marca en la habitación del hostal...» Pensó entonces, volviéndose en dirección a Shinogi-to.
Pero la incertidumbre y la inseguridad sobre cómo proceder seguían instaladas de forma opresiva en su pecho. ¿Y si regresaba a la Bruma Negra y Daruu volvía a los campos de maíz? Podría llegar a pensar de forma errónea que le habría pasado algo y eso quizás le llevara a cometer alguna imprudencia... ¿Pero y si se quedaba allí y seguía sin regresar?
La kunoichi resopló, angustiada. No le gustaba nada la única idea que se le había ocurrido, pero no le quedaba otra opción.
—Kage Bunshin no Jutsu... —masculló, entrelazando las manos en aquel característico sello.
Una pequeña nube de humo estalló junto a ella, y tras ella apareció una réplica exacta de la extenuada kunoichi.
—Tú... quédate aquí... —le dijo a su clon, entre renovados resuellos—. Si Daruu vuelve aquí... dile que estoy en la Bruma...
La otra asintió, igual de cansada que la verdadera, y se sentó con las piernas cruzadas sin siquiera molestarse por mancharse de lodo. Mientras tanto, la verdadera Ayame se limitó a asentir y, tambaleante, con el corazón en un puño y arrastrando los pies entre el trigo y el fango; echó a andar lentamente hacia la entrada de Shinogi-to.
Seguía gastando chakra. Una y otra vez sin descanso. Y estaba segura de que todo aquello terminaría pasándole factura. Pero no podía permitirse correr el riesgo de abandonar el lugar y que Daruu terminara malinterpretando una señal equivocada.