14/08/2019, 17:39
Sí, era cierto, ¡era cierto! Jamás trataría de convencer a alguien de que, por aquel entonces, tenía la cabeza lo suficientemente amueblada como para llevar el sombrero de Kage. ¡Ni siquiera la tenía ahora! Pero como se solía decir, los ninjas de alto nivel eran capaces de leer las verdaderas intenciones de sus adversarios cuando se enfrentaban en un duelo. Datsue sabía que Daruu no había pretendido matarle, porque, modestia aparte, se consideraba un ninja, cuanto menos, avanzado.
La conversación dio sus últimos coletazos. Había llegado la hora de decidir, de mojarse. ¿Era Datsue un candidato válido para vestir el sombrero? Ryoukajiin opinaba que sí. Datsue inclinó ligeramente la cabeza hacia él, con una súbita sensación de euforia llenándole el pecho, como también lo hizo ante Sanona al escuchar su beneplácito. Mishiko, en cambio, era otro cantar.
«Bueno, dos a uno. Mucho mejor de lo que me esperaba al principio.» La decisión final le dejó un sabor amargo, pero si lo pensaba fríamente —cosa que intentaba—, el resultado había superado ampliamente sus expectativas. ¡Seguro que Hanabi estaba orgulloso!
Pero los otros dos Sabios no estaban conformes. Presionaron a Mishiko, quien lejos de reafirmarse, como él había esperado, reconoció que a ella Datsue casi le había convencido también. Pero que necesitaba una garantía.
«¿Garantía? ¿Una garantía? Y que quiere, ¿qué firme yo también un Pacto? Suficiente tuve con el de Zoku…»
—No. La Hoja de Shiomaru no —negó Sanona.
«¿Eh? ¿La hoja de… quién? No se referirán al Shodai Uzukage… ¿no? ¿¡El mismísimo Uzukage Shiomaru!? ¡¿En serio?!» Recordó que Mishiko había sugerido ponerle a prueba aquel mismo día, y también el brillo de astucia en sus ojos cuando lo dijo. Tragó saliva. ¿Qué tipo de prueba era esa?
—Sólo se usó con Daigo, en un tiempo en el que los Uzumaki eramos demasiado recelosos con los ajenos al clan. Para preservar la esencia de Uzushiogakure. Pero el muchacho nos demostró que podía hacerlo perfectamente. No es necesario.
«Eso, eso. No hace falta. ¡Ryoukajiin sí que sabe!»
—Y si falla la prueba, el muchacho morirá.
«¡Ho-hostia puuuutaaa!» ¿Morirse? Pero, ¿en qué tipo de locura querían meterle? Alguno pensaría que Datsue, tras tantas misiones peligrosas a sus espaldas, ya estaba acostumbrado a poner su vida en riesgo. Al contrario. Tan solo le habían servido para comprobar lo fácil que era morirse, y lo mucho que apreciaba su pellejo.
Entre tanto sonido de tambor —más tarde se dio cuenta que era su propio corazón retumbándole en el pecho—, creyó oír algo de corazón bondadoso, y voluntad correcta. Le faltó una barandilla, o lo que sea, a la que agarrarse. ¿Voluntad correcta, él? ¡No sabía qué decir!
Ryoukajiin le observó desde lo alto, traspasándole el alma con esa mirada suya.
Fue en ese momento cuando lo perdió.
—Sanona, por favor. Saca la Hoja.
«¡No me jodas Ryoukajiin! ¡Tú no! ¡Tú eras de los míos!» Pero uno a uno, todos fueron cayendo. Cayendo ante el deseo viperino de Mishiko. «¡Hanabi me cago en tu estampa! ¡Esto es culpa tuya!» Sabios, decía. Gente razonable. ¡Y una mierda!
«A ver, a ver. Que todavía no sé cuál es la prueba. Quizá… ¡Quizá no sea tan jodida! A ver, a ver. Una hoja, vale, vale. Como cualquier otra, vaya. Muy chula, eso sí. Y con… ¿ideogramas? ¡Fuuinjutsu! ¡Puedo trabajar con eso, joder! ¡Mi puta especialidad! Hmm… Hmm...».
«Hmm.»
No, no tenía ni la más puñetera idea de qué cojones era aquello.
«¡No perdamos la calma! ¡Shukaku sabrá! ¿Qué me dices, Padre? ¿Qué ven tus ojos? Pan comido para ti, ¿verdad? Dime, dime, ¿de qué se trata?»
Silencio.
«¿Esto… Shukaku? ¿Estás ahí? A dónde habrás ido sino, ¡pues claro que estás ahí! ¡Shukaku, por mi madre te lo pido, di algo!»
—Cógela. —le apremió Sanona, desconocedora del debate interno que tenía Datsue consigo mismo y su bijuu.
No le dieron tiempo ni para respirar.
—Bien. Ahora, Uchiha Datsue...
»Clávate la espada en el corazón.
Se produjo un gran silencio. Para Datsue no fue tenso, ni tan siquiera incómodo. Simplemente… silencio. Como si estuviese en la nada más absoluta, dormido, esperando a que alguien le despertase.
Poco a poco, fue saliendo de ese trance. Su mirada reflejaba la incomprensión más absoluta.
—Ehmm… Cuando dice usted que… Quiero decir… Que me clave la espada en el corazón… Hmm… Estamos hablando de… O sea… Metafóricamente, ¿no? Figuradamente. Algo simbólico, por supuesto. Es decir… Pero qué… —Miró la hoja. La tocó. Era una hoja física, sin duda. ¡Y cortaba, vaya que si cortaba! Pero, ¿entonces…?—. ¿Qué dice que tengo que hacer exactamente?
La conversación dio sus últimos coletazos. Había llegado la hora de decidir, de mojarse. ¿Era Datsue un candidato válido para vestir el sombrero? Ryoukajiin opinaba que sí. Datsue inclinó ligeramente la cabeza hacia él, con una súbita sensación de euforia llenándole el pecho, como también lo hizo ante Sanona al escuchar su beneplácito. Mishiko, en cambio, era otro cantar.
«Bueno, dos a uno. Mucho mejor de lo que me esperaba al principio.» La decisión final le dejó un sabor amargo, pero si lo pensaba fríamente —cosa que intentaba—, el resultado había superado ampliamente sus expectativas. ¡Seguro que Hanabi estaba orgulloso!
Pero los otros dos Sabios no estaban conformes. Presionaron a Mishiko, quien lejos de reafirmarse, como él había esperado, reconoció que a ella Datsue casi le había convencido también. Pero que necesitaba una garantía.
«¿Garantía? ¿Una garantía? Y que quiere, ¿qué firme yo también un Pacto? Suficiente tuve con el de Zoku…»
—No. La Hoja de Shiomaru no —negó Sanona.
«¿Eh? ¿La hoja de… quién? No se referirán al Shodai Uzukage… ¿no? ¿¡El mismísimo Uzukage Shiomaru!? ¡¿En serio?!» Recordó que Mishiko había sugerido ponerle a prueba aquel mismo día, y también el brillo de astucia en sus ojos cuando lo dijo. Tragó saliva. ¿Qué tipo de prueba era esa?
—Sólo se usó con Daigo, en un tiempo en el que los Uzumaki eramos demasiado recelosos con los ajenos al clan. Para preservar la esencia de Uzushiogakure. Pero el muchacho nos demostró que podía hacerlo perfectamente. No es necesario.
«Eso, eso. No hace falta. ¡Ryoukajiin sí que sabe!»
—Y si falla la prueba, el muchacho morirá.
«¡Ho-hostia puuuutaaa!» ¿Morirse? Pero, ¿en qué tipo de locura querían meterle? Alguno pensaría que Datsue, tras tantas misiones peligrosas a sus espaldas, ya estaba acostumbrado a poner su vida en riesgo. Al contrario. Tan solo le habían servido para comprobar lo fácil que era morirse, y lo mucho que apreciaba su pellejo.
Entre tanto sonido de tambor —más tarde se dio cuenta que era su propio corazón retumbándole en el pecho—, creyó oír algo de corazón bondadoso, y voluntad correcta. Le faltó una barandilla, o lo que sea, a la que agarrarse. ¿Voluntad correcta, él? ¡No sabía qué decir!
Ryoukajiin le observó desde lo alto, traspasándole el alma con esa mirada suya.
Fue en ese momento cuando lo perdió.
—Sanona, por favor. Saca la Hoja.
«¡No me jodas Ryoukajiin! ¡Tú no! ¡Tú eras de los míos!» Pero uno a uno, todos fueron cayendo. Cayendo ante el deseo viperino de Mishiko. «¡Hanabi me cago en tu estampa! ¡Esto es culpa tuya!» Sabios, decía. Gente razonable. ¡Y una mierda!
«A ver, a ver. Que todavía no sé cuál es la prueba. Quizá… ¡Quizá no sea tan jodida! A ver, a ver. Una hoja, vale, vale. Como cualquier otra, vaya. Muy chula, eso sí. Y con… ¿ideogramas? ¡Fuuinjutsu! ¡Puedo trabajar con eso, joder! ¡Mi puta especialidad! Hmm… Hmm...».
«Hmm.»
No, no tenía ni la más puñetera idea de qué cojones era aquello.
«¡No perdamos la calma! ¡Shukaku sabrá! ¿Qué me dices, Padre? ¿Qué ven tus ojos? Pan comido para ti, ¿verdad? Dime, dime, ¿de qué se trata?»
Silencio.
«¿Esto… Shukaku? ¿Estás ahí? A dónde habrás ido sino, ¡pues claro que estás ahí! ¡Shukaku, por mi madre te lo pido, di algo!»
—Cógela. —le apremió Sanona, desconocedora del debate interno que tenía Datsue consigo mismo y su bijuu.
No le dieron tiempo ni para respirar.
—Bien. Ahora, Uchiha Datsue...
»Clávate la espada en el corazón.
Se produjo un gran silencio. Para Datsue no fue tenso, ni tan siquiera incómodo. Simplemente… silencio. Como si estuviese en la nada más absoluta, dormido, esperando a que alguien le despertase.
Poco a poco, fue saliendo de ese trance. Su mirada reflejaba la incomprensión más absoluta.
—Ehmm… Cuando dice usted que… Quiero decir… Que me clave la espada en el corazón… Hmm… Estamos hablando de… O sea… Metafóricamente, ¿no? Figuradamente. Algo simbólico, por supuesto. Es decir… Pero qué… —Miró la hoja. La tocó. Era una hoja física, sin duda. ¡Y cortaba, vaya que si cortaba! Pero, ¿entonces…?—. ¿Qué dice que tengo que hacer exactamente?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado