17/08/2019, 22:51
—Prestad atención por donde pisáis chicos —indicó Eri, aunque era un aviso que ninguno de los otros dos necesitaba. El peligro era evidente.
Eri pasó al siguiente vagón, poniendo todo el cuidado del mundo en ello. Pero una inesperada sacudida del ferrocarril dificultó aún más la situación. La kunoichi de Uzushiogakure estuvo a punto de perder el pie, pero Ayame se adelantó justo a tiempo de sostenerla y empujados hacia el siguiente vagón, a salvo. Ayame fue detrás de ella, y después Mogura, que no tuvo ningún problema para cruzar y lo hizo incluso con la gracilidad propia de un habilodoso shinobi.
—E... ¿Estáis bien...? —jadeó Ayame.
El vagón en el que habían entrado, el último del ferrocarril, era exactamente idéntico al anterior, con sus dos filas de asientos y ventanales a cada lado. Y estaba igual de vacío.
Eri pasó al siguiente vagón, poniendo todo el cuidado del mundo en ello. Pero una inesperada sacudida del ferrocarril dificultó aún más la situación. La kunoichi de Uzushiogakure estuvo a punto de perder el pie, pero Ayame se adelantó justo a tiempo de sostenerla y empujados hacia el siguiente vagón, a salvo. Ayame fue detrás de ella, y después Mogura, que no tuvo ningún problema para cruzar y lo hizo incluso con la gracilidad propia de un habilodoso shinobi.
—E... ¿Estáis bien...? —jadeó Ayame.
El vagón en el que habían entrado, el último del ferrocarril, era exactamente idéntico al anterior, con sus dos filas de asientos y ventanales a cada lado. Y estaba igual de vacío.