23/08/2019, 05:18
Lo primero que le hizo llegar su cuerpo fue una sensación. Una sensación familiar, conocida, que le transmitía alarma. Alarma, sí, porque esa sensación estaba ligada a algo malo que iba a sucederle. Como cuando se trastabillaba con la rama de un árbol y veía el suelo acercándosele justo antes del impacto. En las películas y animes de ninjas nunca pasaban esas cosas, claro. Ni ponían a los protagonistas dándose una hostia con alguna rama suelta mientras se desplazaban vertiginosamente por lo alto de los árboles. O pisando algún nido de aves sin querer. No era glamuroso, ni quedaba bien. Por eso, aunque de pequeño le encantaban, ya no podía verlas. Todas eran demasiado falsas, cliché y artificiales.
Pero, siguiendo con lo que sintió, ¿qué es lo que fue? Pues el estómago queriendo subir hasta su garganta. «¿Tan borracho voy que ya quiero potar?», pensó por inercia. «¡Pero si ni siquiera veo doble!»
Tardó unos momentos en darse cuenta que, lo que en realidad le había pasado, era que se había caído. Sumergido, más bien, en lo más profundo de la tierra hasta que quedó solo su cabeza. ¡Hasta su copa se había esfumado!
—Qué… co-jo-nes…
¡Conocía aquella técnica! ¡Era la Técnica de la Decapitación del Doble Suicidio! «Hostia, ojalá pudiese hablar con el creador de este jutsu. ¿Por qué el nombre del doble suicidio?» Y, lo que era todavía más importante… ¿Quién narices le acababa de atacar? Miró a todos lados, tratando de encontrar al culpable. Pero, en realidad, muy en el fondo, ya lo sabía.
Solo había una persona en el mundo que le había realizado aquella técnica con éxito. Y aquella persona se encontraba allí.
—Na…
Se quedó a medias, al ver a Datsuse entrando por puerta.
—Oh, mierda…
La cola de Datsuse se movía de un lado a otro como una veleta en una tormenta.
—¿En serio? ¿Justo ahora?
Y sacaba el pecho hacia afuera como si fuese un jodido boxer y no un Shiba Inu.
—Oh, sí. Definitivamente justo ahora.
¿Su expresión facial? Oh, eso era todo un poema. Para empezar, tenía el cuello exageradamente estirado, cual gallo pavoneándose por su corral. Mirada engreída, labios fruncidos como si aquella fiesta fuese demasiado barriobajera para él, y con las orejas echadas hacia atrás, pasando de todo.
De todo menos de quien le estaba acompañando, claro. Porque solo existía una persona en el mundo que con su mera presencia le hiciese actuar así.
—¿Qué haces ahí? —preguntó, tapándose la boca con una mano. Datsue sospechó que estaba conteniéndose a duras penas para no reír.
Oh, sí. Era ella, tan radiante como siempre. Con ese cabello que iluminaba con su calidez la tormenta más oscura. Con esos ojos punzantes que atravesaban el alma. Y con esa sonrisa… Oh, esa condenada sonrisa. Datsue se sintió culpable por lo que sintió cuando la vio sonreír. ¿Por qué culpable? Bueno, eso era algo que contaría a su diario, y solo a él. Por el momento, bastaba con decir que ella vestía una camiseta de tirantes roja y un vaquero corto. Alejada del vestido blanco que tan poco le pegaba cuando la vio por primera vez en Uzu, pero todavía lejos de su antigua apariencia gótica con calaveras.
Se dio cuenta que llevaba un buen rato con la boca entreabierta sin decir ni mu.
—Pues…
Y justo cuando iba a empezar a hablar, Datsuse le interrumpió dándole un lametón en la cara.
—Quita, quita. Pues, ehmmm… ¿No es evidente? Estaba… jugando… al… Sí, yo también te quiero, Datsuse. Pero, ¿puedes parar? —pidió amablemente. Su condenado perro había aprovechado su indefensión para seguir morreándole toda la cara—. Perdona, Aiko, ehm… Sí, estaba… Jugando al Enterrador.
—¿Eh? Nunca he oído hablar de eso.
—B-bueno… ¡T-te habrás olvidado! —«¡Por Shiona, que alguien me salve de esto!»
Pero, siguiendo con lo que sintió, ¿qué es lo que fue? Pues el estómago queriendo subir hasta su garganta. «¿Tan borracho voy que ya quiero potar?», pensó por inercia. «¡Pero si ni siquiera veo doble!»
Tardó unos momentos en darse cuenta que, lo que en realidad le había pasado, era que se había caído. Sumergido, más bien, en lo más profundo de la tierra hasta que quedó solo su cabeza. ¡Hasta su copa se había esfumado!
—Qué… co-jo-nes…
¡Conocía aquella técnica! ¡Era la Técnica de la Decapitación del Doble Suicidio! «Hostia, ojalá pudiese hablar con el creador de este jutsu. ¿Por qué el nombre del doble suicidio?» Y, lo que era todavía más importante… ¿Quién narices le acababa de atacar? Miró a todos lados, tratando de encontrar al culpable. Pero, en realidad, muy en el fondo, ya lo sabía.
Solo había una persona en el mundo que le había realizado aquella técnica con éxito. Y aquella persona se encontraba allí.
—Na…
Se quedó a medias, al ver a Datsuse entrando por puerta.
—Oh, mierda…
La cola de Datsuse se movía de un lado a otro como una veleta en una tormenta.
—¿En serio? ¿Justo ahora?
Y sacaba el pecho hacia afuera como si fuese un jodido boxer y no un Shiba Inu.
—Oh, sí. Definitivamente justo ahora.
¿Su expresión facial? Oh, eso era todo un poema. Para empezar, tenía el cuello exageradamente estirado, cual gallo pavoneándose por su corral. Mirada engreída, labios fruncidos como si aquella fiesta fuese demasiado barriobajera para él, y con las orejas echadas hacia atrás, pasando de todo.
De todo menos de quien le estaba acompañando, claro. Porque solo existía una persona en el mundo que con su mera presencia le hiciese actuar así.
—¿Qué haces ahí? —preguntó, tapándose la boca con una mano. Datsue sospechó que estaba conteniéndose a duras penas para no reír.
Oh, sí. Era ella, tan radiante como siempre. Con ese cabello que iluminaba con su calidez la tormenta más oscura. Con esos ojos punzantes que atravesaban el alma. Y con esa sonrisa… Oh, esa condenada sonrisa. Datsue se sintió culpable por lo que sintió cuando la vio sonreír. ¿Por qué culpable? Bueno, eso era algo que contaría a su diario, y solo a él. Por el momento, bastaba con decir que ella vestía una camiseta de tirantes roja y un vaquero corto. Alejada del vestido blanco que tan poco le pegaba cuando la vio por primera vez en Uzu, pero todavía lejos de su antigua apariencia gótica con calaveras.
Se dio cuenta que llevaba un buen rato con la boca entreabierta sin decir ni mu.
—Pues…
Y justo cuando iba a empezar a hablar, Datsuse le interrumpió dándole un lametón en la cara.
—Quita, quita. Pues, ehmmm… ¿No es evidente? Estaba… jugando… al… Sí, yo también te quiero, Datsuse. Pero, ¿puedes parar? —pidió amablemente. Su condenado perro había aprovechado su indefensión para seguir morreándole toda la cara—. Perdona, Aiko, ehm… Sí, estaba… Jugando al Enterrador.
—¿Eh? Nunca he oído hablar de eso.
—B-bueno… ¡T-te habrás olvidado! —«¡Por Shiona, que alguien me salve de esto!»
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado