30/08/2019, 11:20
(Última modificación: 30/08/2019, 11:22 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Otohime no encontró resistencia ninguna por parte del joven Uchiha a que ella completara su ritual. Akame se mantenía tal y como había estado desde que le fuese anulado aquel sello que nunca había sido consciente de tener; inerte, como un trozo de carne, con los ojos vidriosos fijos en la nada. Ni siquiera cuando aquellas complicadas fórmulas de sellado se retorcieron para dar a luz al Dragón que, apropiadamente, iba a rubricar su pertenencia a la banda. Parecía que nada de eso le importara, sino que todo le causaba una gran molestia, como si el simple hecho de seguir respirando se le antojase terriblemente engorroso. Al menos, esa vez, no hubo dolor. Aunque parecía que al muchacho tanto más le hubiera dado igual.
Luego, Akame se puso en pie y siguió a la especialista tal y como ella le pedía. Caminaron durante un rato por las profundidades de aquel lugar llamado Ryuuguu-jō, una auténtica guarida de villanos como las de las historias que antaño el joven había devorado apasionadamente, recluído en su propia cueva. Las similitudes entre Ryuuguu-jō y la guarida de Tengu —aunque Akame habría dudado ya de que tal organización existiese o hubiera existido realmente, si le quedara ánimo para hacerlo— acababan allí, pues en la gruta de los de Dragón Rojo todo parecía mucho más avanzado y meticulosamente calculado. Las salas, los pasillos, las luces... Eran producto, sin duda, de años y años de trabajo. ¿Quién habría construído todo aquello?
Cuando llegaron ante la sala de las habitaciones, el Uchiha se limitó a entrar en la que Otohime le indicaba. Sus ojos pasearon brevemente por los de la mujer cuando ésta le explicó algunos pormenores del lugar, pero Akame no dijo nada. Cuando la especialista en Fuuinjutsu se fue, dejándole a solas con sus pensamientos, el Uchiha se limitó a apagar todas las luces —una a una— con movimientos mecánicos y poco dotados de libre albedrío, como un androide. Luego se sentó sobre la cama, tomó una de las botellas y la empinó hasta acabarla. El agua se le escurría por las comisuras de los labios mientras su nuez bajaba y subía con movimientos bruscos a cada trago. Dejó la botella sobre la mesa con una mezcla de indiferencia y meticulosidad y se tumbó sobre el colchón. Por un breve momento, deseó no despertar nunca más.
Luego, Akame se puso en pie y siguió a la especialista tal y como ella le pedía. Caminaron durante un rato por las profundidades de aquel lugar llamado Ryuuguu-jō, una auténtica guarida de villanos como las de las historias que antaño el joven había devorado apasionadamente, recluído en su propia cueva. Las similitudes entre Ryuuguu-jō y la guarida de Tengu —aunque Akame habría dudado ya de que tal organización existiese o hubiera existido realmente, si le quedara ánimo para hacerlo— acababan allí, pues en la gruta de los de Dragón Rojo todo parecía mucho más avanzado y meticulosamente calculado. Las salas, los pasillos, las luces... Eran producto, sin duda, de años y años de trabajo. ¿Quién habría construído todo aquello?
Cuando llegaron ante la sala de las habitaciones, el Uchiha se limitó a entrar en la que Otohime le indicaba. Sus ojos pasearon brevemente por los de la mujer cuando ésta le explicó algunos pormenores del lugar, pero Akame no dijo nada. Cuando la especialista en Fuuinjutsu se fue, dejándole a solas con sus pensamientos, el Uchiha se limitó a apagar todas las luces —una a una— con movimientos mecánicos y poco dotados de libre albedrío, como un androide. Luego se sentó sobre la cama, tomó una de las botellas y la empinó hasta acabarla. El agua se le escurría por las comisuras de los labios mientras su nuez bajaba y subía con movimientos bruscos a cada trago. Dejó la botella sobre la mesa con una mezcla de indiferencia y meticulosidad y se tumbó sobre el colchón. Por un breve momento, deseó no despertar nunca más.
«Que descanses en un reposo profundo y sin sueños.»