31/08/2019, 01:39
—Tenias razón, menudas excusas más malas se inventa para no admitir que te tiene miedo —
—Pfff... Ni caso, Reiji. Ya estamos acostumbrados por aquí.
Negué con la cabeza un par de veces antes de contestarles, para dejar clara mi posición y mi rechazo a aquella treta, de la más baja calidad.
— Por favor, chicos, me dejáis en evidencia intentando una táctica tan vieja y tan cutre para hacerme morder el anzuelo. Intentadlo de nuevo más tarde.
Sin embargo, poco más iba a durar nuestra discusión sobre honor y dignidad shinobi, pues una apuesta joven apareció de la nada. Una desconocida a todas luces.
—¡¿Ya estáis todos?!
Iba a preguntarle qué quería o si era la de la limpieza que se había equivocado de día, pero eso le pertocaba al dueño de la casa, así que me giré a la espera de que dijese algo. Ella fue más rápida, se acercó a él y le besó. Sin duda tenía unas sirvientas muy sueltas este Datsue.
—. Ey, ¡hola! Tú debes de ser Nabi, ¿no? Datsue me habló mucho de ti. ¿Eri? —
— ¿Eh...? ¿Sí? — balbuceé mientras miraba al Uchiha en busca de información y después a Eri, para ver si era el único que no entendía nada. Pero ella estaba tan perdida como yo.
—Os presento a Urami, mi novia.
—¿N-novia? —
Iba a dar voces a los cuatro vientos, a darme palmadas en la cara hasta decir basta. Pero, pero, pero, este hombre... Está al borde de la guerra cinco o seis veces por salvar a Aiko, la gran diosa de su corazón, su amante eterna y ahora que lo consigue, se rinde y se busca a otra. La verdad, no lo hice por dos motivos, primero, era tan tan tan típico de Datsue que ni me salía reaccionar abruptamente, ya me lo esperaba todo. Segundo, contuve un eructo y un sabor poco agraciado me sobrevino.
No. NO. NONONONONONO. Miré la barbacoa, la carne y al anfitrión. NO PODÍA SER. ¿Donde tenía la cabeza? ¡Era Datsue! Era carne de oferta. Qué digo de oferta, de extra oferta, me sorprendería que no la hubiese sacado él mismo del contenedor cuando los responsables la tiraron por estar pasada de fecha.
Por suerte, yo tenía un estomago de hierro, de acero, de metacrilato, de lobo amenio, de oso kuseño, de leopardo atigrado, pero los demás seguramente no tendrían tanta suerte.
— Datsue, dime que no has comprado tú la carne. ¡Dime! ¡Que! ¡No! ¡La! ¡Has! ¡Comprado! ¡Tú! — no esperé una respuesta. — ¡Vamos a morir todos!
Por mi parte, en unos minutos empezarían los gases, incrementando exponencialmente frecuencia y potencia, hasta en una hora aproximadamente cagar todo lo cagable.
De nuevo, como si fuese el día de las revelaciones, miré a Stuffy. Su único ojo estaba vagando por la escena distraído, sentado, con la lengua fuera. Él era la bomba. Eché un vistazo, recé por las almas de los presentes y fui dirigiendome lentamente, sutilmente, hacia la puerta.
—Pfff... Ni caso, Reiji. Ya estamos acostumbrados por aquí.
Negué con la cabeza un par de veces antes de contestarles, para dejar clara mi posición y mi rechazo a aquella treta, de la más baja calidad.
— Por favor, chicos, me dejáis en evidencia intentando una táctica tan vieja y tan cutre para hacerme morder el anzuelo. Intentadlo de nuevo más tarde.
Sin embargo, poco más iba a durar nuestra discusión sobre honor y dignidad shinobi, pues una apuesta joven apareció de la nada. Una desconocida a todas luces.
—¡¿Ya estáis todos?!
Iba a preguntarle qué quería o si era la de la limpieza que se había equivocado de día, pero eso le pertocaba al dueño de la casa, así que me giré a la espera de que dijese algo. Ella fue más rápida, se acercó a él y le besó. Sin duda tenía unas sirvientas muy sueltas este Datsue.
—. Ey, ¡hola! Tú debes de ser Nabi, ¿no? Datsue me habló mucho de ti. ¿Eri? —
— ¿Eh...? ¿Sí? — balbuceé mientras miraba al Uchiha en busca de información y después a Eri, para ver si era el único que no entendía nada. Pero ella estaba tan perdida como yo.
—Os presento a Urami, mi novia.
—¿N-novia? —
Iba a dar voces a los cuatro vientos, a darme palmadas en la cara hasta decir basta. Pero, pero, pero, este hombre... Está al borde de la guerra cinco o seis veces por salvar a Aiko, la gran diosa de su corazón, su amante eterna y ahora que lo consigue, se rinde y se busca a otra. La verdad, no lo hice por dos motivos, primero, era tan tan tan típico de Datsue que ni me salía reaccionar abruptamente, ya me lo esperaba todo. Segundo, contuve un eructo y un sabor poco agraciado me sobrevino.
No. NO. NONONONONONO. Miré la barbacoa, la carne y al anfitrión. NO PODÍA SER. ¿Donde tenía la cabeza? ¡Era Datsue! Era carne de oferta. Qué digo de oferta, de extra oferta, me sorprendería que no la hubiese sacado él mismo del contenedor cuando los responsables la tiraron por estar pasada de fecha.
Por suerte, yo tenía un estomago de hierro, de acero, de metacrilato, de lobo amenio, de oso kuseño, de leopardo atigrado, pero los demás seguramente no tendrían tanta suerte.
— Datsue, dime que no has comprado tú la carne. ¡Dime! ¡Que! ¡No! ¡La! ¡Has! ¡Comprado! ¡Tú! — no esperé una respuesta. — ¡Vamos a morir todos!
Por mi parte, en unos minutos empezarían los gases, incrementando exponencialmente frecuencia y potencia, hasta en una hora aproximadamente cagar todo lo cagable.
De nuevo, como si fuese el día de las revelaciones, miré a Stuffy. Su único ojo estaba vagando por la escena distraído, sentado, con la lengua fuera. Él era la bomba. Eché un vistazo, recé por las almas de los presentes y fui dirigiendome lentamente, sutilmente, hacia la puerta.
—Nabi—
![[Imagen: 23uv4XH.gif]](https://i.imgur.com/23uv4XH.gif)