4/09/2019, 17:28
Así de efímera es la felicidad, muchachos. Un momento fugaz como una estrella que dura lo que una vela al caer en un pantano. Glup.
Al joven exiliado le costó procesarlo todo. Primero, el tacto frío del acero penetrando en su cuerpo. Dos veces. Luego la voz de Yume, cargada de veneno tóxico. El puñetazo, que le dejó sin equilibrio y le obligó a notar el duro golpe de la arena contra su espalda. Las palabras de Datsue, que se le clavaban hondas en el corazón. El sonido de un gargajo. Las patadas. Y por último... Los aplausos. Los aplausos y la visión de aquella melena rubia meciéndose al viento. Cómo le odiaba. Le odiaba a muerte.
«Hanabi, hijo de mil putas, cabronazo de mierda... Te voy a matar...»
Con la rabia insuflando fuego de Amaterasu en sus venas, Akame trató de incorporarse mientras el máximo mandatario de su ex Villa se aproximaba, triunfal. Recreándose en su propia y sucia estratagema. «¿Cómo he podido ser tan estúpido?», se preguntaba el Uchiha. La respuesta era fácil, y la tenía ante él. Yume y Datsue. Por ellos había sido capaz de dejarlo todo.
—Hijos de puta... —una carcajada seca salió de sus labios—. Hijos de puta. Después de todos estos años...
La ira se mezclaba con el pesar que le atenazaba el estómago, como una piedra gigante que se hubiera tragado. Traicionado, de nuevo, por las dos personas a las que más había amado en todo Oonindo. Por su amada, y por su Hermano. Akame se volteó, y trató de incorporarse para acabar de rodillas. Sus puños apretaron la arena, mientras de sus labios emergía un gruñido de frustración. Había sido tan bonito. Hubiera dado todo por vivir eternamente en aquel momento que ahora se le escapaba entre los dedos.
Al joven exiliado le costó procesarlo todo. Primero, el tacto frío del acero penetrando en su cuerpo. Dos veces. Luego la voz de Yume, cargada de veneno tóxico. El puñetazo, que le dejó sin equilibrio y le obligó a notar el duro golpe de la arena contra su espalda. Las palabras de Datsue, que se le clavaban hondas en el corazón. El sonido de un gargajo. Las patadas. Y por último... Los aplausos. Los aplausos y la visión de aquella melena rubia meciéndose al viento. Cómo le odiaba. Le odiaba a muerte.
«Hanabi, hijo de mil putas, cabronazo de mierda... Te voy a matar...»
Con la rabia insuflando fuego de Amaterasu en sus venas, Akame trató de incorporarse mientras el máximo mandatario de su ex Villa se aproximaba, triunfal. Recreándose en su propia y sucia estratagema. «¿Cómo he podido ser tan estúpido?», se preguntaba el Uchiha. La respuesta era fácil, y la tenía ante él. Yume y Datsue. Por ellos había sido capaz de dejarlo todo.
—Hijos de puta... —una carcajada seca salió de sus labios—. Hijos de puta. Después de todos estos años...
La ira se mezclaba con el pesar que le atenazaba el estómago, como una piedra gigante que se hubiera tragado. Traicionado, de nuevo, por las dos personas a las que más había amado en todo Oonindo. Por su amada, y por su Hermano. Akame se volteó, y trató de incorporarse para acabar de rodillas. Sus puños apretaron la arena, mientras de sus labios emergía un gruñido de frustración. Había sido tan bonito. Hubiera dado todo por vivir eternamente en aquel momento que ahora se le escapaba entre los dedos.