5/09/2019, 20:18
Pero Daruu negó con la cabeza y bajó la mirada. Y Ayame supo lo que iba a decirle antes siquiera de escucharlo de sus labios.
—No, debo hacerlo yo. Lo sé. Ha estado jodiendo la vida a mi familia desde antes de que yo naciese, y sigue haciéndolo a día de hoy. Sé que Kiroe es como tu familia, y sé que has estado guardando rencor todo este tiempo por lo que me hizo a mí! ¡Lo sé! ¡Lo noto! ¡Aunque hubiera perdido la vista lo habría notado! Pero debo ser yo. Ayame. Debo ser yo —añadió, dándose la vuelta.
Y Ayame suspiró y se dejó caer en la cama con un doloroso nudo en la garganta. Se tapó con la sábana y se hizo un ovillo sobre sí misma.
—Vale... Mañana discutiremos el plan. Sigo muy cansada después de lo de hoy... —replicó, escueta y cerró los ojos.
Que quería venganza era algo que ni ella misma podría haber negado, pero había mucho más debajo de todo aquello. Ayame sabía que Daruu ya había caído en las artes seductoras de Naia, y bien sabía que si volvía a hacerlo, en aquella ocasión aquella víbora no se contentaría con sacarle los ojos. Y Ayame ni siquiera estaría allí para sacarle de la ilusión.
Deberían haberla enviado a ella, la Sirena contra la Náyade, pero en su lugar habían optado por enviarla a un suicidio directo: la Sirena contra las redes de pesca. Unas redes electrificadas.
—No, debo hacerlo yo. Lo sé. Ha estado jodiendo la vida a mi familia desde antes de que yo naciese, y sigue haciéndolo a día de hoy. Sé que Kiroe es como tu familia, y sé que has estado guardando rencor todo este tiempo por lo que me hizo a mí! ¡Lo sé! ¡Lo noto! ¡Aunque hubiera perdido la vista lo habría notado! Pero debo ser yo. Ayame. Debo ser yo —añadió, dándose la vuelta.
Y Ayame suspiró y se dejó caer en la cama con un doloroso nudo en la garganta. Se tapó con la sábana y se hizo un ovillo sobre sí misma.
—Vale... Mañana discutiremos el plan. Sigo muy cansada después de lo de hoy... —replicó, escueta y cerró los ojos.
Que quería venganza era algo que ni ella misma podría haber negado, pero había mucho más debajo de todo aquello. Ayame sabía que Daruu ya había caído en las artes seductoras de Naia, y bien sabía que si volvía a hacerlo, en aquella ocasión aquella víbora no se contentaría con sacarle los ojos. Y Ayame ni siquiera estaría allí para sacarle de la ilusión.
Deberían haberla enviado a ella, la Sirena contra la Náyade, pero en su lugar habían optado por enviarla a un suicidio directo: la Sirena contra las redes de pesca. Unas redes electrificadas.