6/09/2019, 11:47
«Esto... Jé. Hace falta algo más que esto para engañar a Uchiha Akame, ¡hijos de puta!»
El antiguo jōnin observó el bote velero con una mirada inquisitiva. Luego descendió hasta el trozo de papel que tenía en las manos. La caligrafía, el mensaje, todo invitaba a creer que era auténtico. ¿Cómo si no? Pero Akame sabía; sabía la verdad. Entre amarga y reconfortante como el amor de una amante perdida. Apretó los puños con fuerza, con ira, pues habían estado cerca de engañarle... Mas no lo suficiente. Con gesto decidido, arrugó la supuesta carta de Datsue hasta hacerla una bola de papel y la arrojó hacia la orilla con todas sus fuerzas, tanto que creyó que se le iba a salir el hombro derecho.
Entonces se dio media vuelta, encarando la entrada a la gruta de Sekiryuu. Allí era donde debía ir; pero, ¿le esperarían más trampas y trucos como el de la falsa llamada de sus antiguos compañeros? Akame no lo sabía, pero ahora sí que se había encontrado a sí mismo con confianzas renovadas en sus propias aptitudes. Estaba en la mierda, todavía se sentía así, y no tenía ganas de vivir. ¿Pero, tal vez, todavía le quedaba algo por hacer? ¿Algo más grande que sí mismo, como siempre había creído? Su propia muerte parecía estar eludiéndole, por más que él se empeñara en buscarla.
«Quizás hay una razón.»
Y Akame no sabía si la encontraría en Ryuuguu-jō, pero desde luego, aquel lugar era la parada más inmediata en su camino. Así que, apretando los puños, hacia allí se encaminó.
El antiguo jōnin observó el bote velero con una mirada inquisitiva. Luego descendió hasta el trozo de papel que tenía en las manos. La caligrafía, el mensaje, todo invitaba a creer que era auténtico. ¿Cómo si no? Pero Akame sabía; sabía la verdad. Entre amarga y reconfortante como el amor de una amante perdida. Apretó los puños con fuerza, con ira, pues habían estado cerca de engañarle... Mas no lo suficiente. Con gesto decidido, arrugó la supuesta carta de Datsue hasta hacerla una bola de papel y la arrojó hacia la orilla con todas sus fuerzas, tanto que creyó que se le iba a salir el hombro derecho.
Entonces se dio media vuelta, encarando la entrada a la gruta de Sekiryuu. Allí era donde debía ir; pero, ¿le esperarían más trampas y trucos como el de la falsa llamada de sus antiguos compañeros? Akame no lo sabía, pero ahora sí que se había encontrado a sí mismo con confianzas renovadas en sus propias aptitudes. Estaba en la mierda, todavía se sentía así, y no tenía ganas de vivir. ¿Pero, tal vez, todavía le quedaba algo por hacer? ¿Algo más grande que sí mismo, como siempre había creído? Su propia muerte parecía estar eludiéndole, por más que él se empeñara en buscarla.
«Quizás hay una razón.»
Y Akame no sabía si la encontraría en Ryuuguu-jō, pero desde luego, aquel lugar era la parada más inmediata en su camino. Así que, apretando los puños, hacia allí se encaminó.