7/09/2019, 18:46
(Última modificación: 7/09/2019, 19:02 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Ni Shanise ni la propia Ayame estaban preparadas para lo que estaba por venir.
—Shanise-senpai, déjeme retractar una decisión. Ayame impostará a Kiroe. Sé que puede hacerlo —dijo Daruu de repente, y los ojos de Ayame se abrieron como platos.
«¿Qué está diciendo? ¿He oído bien?»
Pero la pausa de él se alargó durante varios angustiosos segundos.
—Shanise, sé que piensa que yo lo haré mejor, pero en el fondo, no sé lo que va a pasar cuando me enfrente a Naia sólo. Tuve una experiencia muy traumática aquél día en la playa. Me traicionarán los nervios. Además, es cierto que ella puede combatir mejor que yo las ilusiones. Eso sí. El primer contacto lo haré yo —añadió, volviéndose hacia Ayame, y sus ojos se clavaron en los de ella con intensidad—. En eso no hay discusión. Me lo debes.
Ella sólo fue capaz de asentir lentamente, temblorosa. Aún no había terminado de creer lo que acababa de escuchar, pero su corazón ya latía desbocado y un extraño sentimiento se había extendido por su pecho.
—Son este tipos de indecisiones las que arruinan misiones tan importantes como éstas —le espetó Shanise—. La próxima vez, no dudéis de tomar las riendas vosotros mismos así no os sintáis preparados para tomar decisiones difíciles. Haced lo que creáis conveniente. Sólo, no falléis. Pues no será mi ira la que caiga sobre vosotros.
«Sino la de Yui...» Pensó Ayame, con un escalofrío. Y eso si contaban con que conseguían regresar de la misión sanos y salvos... En caso de fallarla, ambos iban a desear que las Náyades hubiesen acabado con sus vidas.
Pero antes de que Ayame pudiese responder, Shanise añadió una nueva pregunta.
—¿Adónde envío los planos?
—Al hotel La Bruma Negra, en el Corredor de Luciérnagas —respondió Daruu—. Si nos da una hora estimada, uno de los dos recogerá el paquete en la misma puerta para evitar la interacción del mensajero con nadie de dentro. Y, en cuento a lo de antes... lo siento.
Las siguientes palabras de Daruu calaron hondo en Ayame. Como la lluvia, penetraron su ropa y se adentraron en su piel hasta agarrarse a su corazón. La kunoichi se mantenía estática en el sitio, con la cabeza algo gacha para esconder el rubor de sus mejillas, los ojos humedecidos, el corazón encogido y aquel nudo en la garganta haciendo más fuerza que nunca. No era miedo lo que estaba sintiendo. Ni siquiera tristeza. De hecho, era todo lo contrario. Era absoluta felicidad, porque Daruu la estaba reconociendo por lo que era verdaderamente. Ni un jarrón, ni la Guardiana del Gobi, sino ella misma: Aotsuki Ayame, kunoichi de Amegakure.
—Gracias... Por confiar en mí —le dijo a Daruu, antes de volverse a Shanise—. No fallaremos, Shanise-senpai. Ninguno de los dos lo hará. Planificaremos todo el plan al dedillo y, aún en el caso que se complicaran las cosas por alguna casualidad, ambos tenemos nuestros métodos, y podemos recurrir al otro para pedir ayuda.
—Shanise-senpai, déjeme retractar una decisión. Ayame impostará a Kiroe. Sé que puede hacerlo —dijo Daruu de repente, y los ojos de Ayame se abrieron como platos.
«¿Qué está diciendo? ¿He oído bien?»
Pero la pausa de él se alargó durante varios angustiosos segundos.
—Shanise, sé que piensa que yo lo haré mejor, pero en el fondo, no sé lo que va a pasar cuando me enfrente a Naia sólo. Tuve una experiencia muy traumática aquél día en la playa. Me traicionarán los nervios. Además, es cierto que ella puede combatir mejor que yo las ilusiones. Eso sí. El primer contacto lo haré yo —añadió, volviéndose hacia Ayame, y sus ojos se clavaron en los de ella con intensidad—. En eso no hay discusión. Me lo debes.
Ella sólo fue capaz de asentir lentamente, temblorosa. Aún no había terminado de creer lo que acababa de escuchar, pero su corazón ya latía desbocado y un extraño sentimiento se había extendido por su pecho.
—Son este tipos de indecisiones las que arruinan misiones tan importantes como éstas —le espetó Shanise—. La próxima vez, no dudéis de tomar las riendas vosotros mismos así no os sintáis preparados para tomar decisiones difíciles. Haced lo que creáis conveniente. Sólo, no falléis. Pues no será mi ira la que caiga sobre vosotros.
«Sino la de Yui...» Pensó Ayame, con un escalofrío. Y eso si contaban con que conseguían regresar de la misión sanos y salvos... En caso de fallarla, ambos iban a desear que las Náyades hubiesen acabado con sus vidas.
Pero antes de que Ayame pudiese responder, Shanise añadió una nueva pregunta.
—¿Adónde envío los planos?
—Al hotel La Bruma Negra, en el Corredor de Luciérnagas —respondió Daruu—. Si nos da una hora estimada, uno de los dos recogerá el paquete en la misma puerta para evitar la interacción del mensajero con nadie de dentro. Y, en cuento a lo de antes... lo siento.
Las siguientes palabras de Daruu calaron hondo en Ayame. Como la lluvia, penetraron su ropa y se adentraron en su piel hasta agarrarse a su corazón. La kunoichi se mantenía estática en el sitio, con la cabeza algo gacha para esconder el rubor de sus mejillas, los ojos humedecidos, el corazón encogido y aquel nudo en la garganta haciendo más fuerza que nunca. No era miedo lo que estaba sintiendo. Ni siquiera tristeza. De hecho, era todo lo contrario. Era absoluta felicidad, porque Daruu la estaba reconociendo por lo que era verdaderamente. Ni un jarrón, ni la Guardiana del Gobi, sino ella misma: Aotsuki Ayame, kunoichi de Amegakure.
—Gracias... Por confiar en mí —le dijo a Daruu, antes de volverse a Shanise—. No fallaremos, Shanise-senpai. Ninguno de los dos lo hará. Planificaremos todo el plan al dedillo y, aún en el caso que se complicaran las cosas por alguna casualidad, ambos tenemos nuestros métodos, y podemos recurrir al otro para pedir ayuda.