8/09/2019, 01:39
(Última modificación: 8/09/2019, 01:41 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Pero Daruu se rio ante sus palabras.
—Sí, ya —respondió, con voz cargada de ironía—. Eso creía yo también. Pero a ti te muestra su fachada. ¿Sabes que ha vuelto al servicio activo de kunoichi? ¿Sabes de qué se encarga?
Ayame meditó al respecto. Era cierto que la había notado extraña en los últimos meses. Si echaba la mirada hacia atrás, quizás desde que le revirtieran el sello. De alguna manera se le antojaba aún más astuta, más inteligente... y eso por no hablar de la bofetada que recibió Daruu cuando le expresó lo que sabía sobre el Gobi. Ayame siempre la había tenido por una suerte de espía, como las que aparecen en las películas. Después de todo, fue la primera persona en darse cuenta de que le gustaba su hijo y la interrogó más de una vez al respecto, pero no podía saber con exactitud a qué se dedicaba fuera de la pastelería.
Como si le estuviera leyendo la mente, Daruu se acercó aún más a Ayame.
—Es una cazadora de renegados y de traidores. La he visto salir de casa a las tantas de la madrugada y desvanecerse por los callejones. La he visto volver llena de sangre. Si hubieras visto la mirada en sus ojos...
—Lo... lo tendré en cuenta —respondió ella, tragando saliva. No podía decir que le extrañaba, sin embargo—. De todas maneras, esa es una faceta que no creo que muestre abiertamente. Bastará con que me vea y poco más.
Daruu suspiró y se apartó.
—En fin, haré el primer contacto con un Kage Bunshin transformado en Kiroe mientras intento colarme por el subterráneo. Ganaré el tiempo suficiente para que te prepares. Las enfureceré lo suficiente para que te persigan. Supongo que antes de deshacerlo les diré dónde tienen que encontrarte —explicó, y después le puso a Ayame una mano en el hombro—. Escucha. Peleas bien, pero no intentes sobrepasarse por mi. Si necesitas ayuda, invócame. O huye viniendo conmigo. Juntos somos más fuertes, ¿sí? Yo haré lo mismo.
—No te preocupes, no lo haré —intentó tranquilizarle con una suave sonrisa—. Me esforzaré al máximo pero si necesito ayuda serás el primero en saberlo, te lo prometo. Y espero que tú hagas lo mismo con esa Shannako.
Después de aquello, poco les quedó que esperar hasta el mediodía. Unos minutoa antes de las doce, los dos shinobi bajaron para recibir al mensajero que les habría de mandar Shanise.
—¿Cómo dijo que se llamaba... Pudinko? —se preguntaba Ayame, con el dedo índice en el mentón.
—Sí, ya —respondió, con voz cargada de ironía—. Eso creía yo también. Pero a ti te muestra su fachada. ¿Sabes que ha vuelto al servicio activo de kunoichi? ¿Sabes de qué se encarga?
Ayame meditó al respecto. Era cierto que la había notado extraña en los últimos meses. Si echaba la mirada hacia atrás, quizás desde que le revirtieran el sello. De alguna manera se le antojaba aún más astuta, más inteligente... y eso por no hablar de la bofetada que recibió Daruu cuando le expresó lo que sabía sobre el Gobi. Ayame siempre la había tenido por una suerte de espía, como las que aparecen en las películas. Después de todo, fue la primera persona en darse cuenta de que le gustaba su hijo y la interrogó más de una vez al respecto, pero no podía saber con exactitud a qué se dedicaba fuera de la pastelería.
Como si le estuviera leyendo la mente, Daruu se acercó aún más a Ayame.
—Es una cazadora de renegados y de traidores. La he visto salir de casa a las tantas de la madrugada y desvanecerse por los callejones. La he visto volver llena de sangre. Si hubieras visto la mirada en sus ojos...
—Lo... lo tendré en cuenta —respondió ella, tragando saliva. No podía decir que le extrañaba, sin embargo—. De todas maneras, esa es una faceta que no creo que muestre abiertamente. Bastará con que me vea y poco más.
Daruu suspiró y se apartó.
—En fin, haré el primer contacto con un Kage Bunshin transformado en Kiroe mientras intento colarme por el subterráneo. Ganaré el tiempo suficiente para que te prepares. Las enfureceré lo suficiente para que te persigan. Supongo que antes de deshacerlo les diré dónde tienen que encontrarte —explicó, y después le puso a Ayame una mano en el hombro—. Escucha. Peleas bien, pero no intentes sobrepasarse por mi. Si necesitas ayuda, invócame. O huye viniendo conmigo. Juntos somos más fuertes, ¿sí? Yo haré lo mismo.
—No te preocupes, no lo haré —intentó tranquilizarle con una suave sonrisa—. Me esforzaré al máximo pero si necesito ayuda serás el primero en saberlo, te lo prometo. Y espero que tú hagas lo mismo con esa Shannako.
Después de aquello, poco les quedó que esperar hasta el mediodía. Unos minutoa antes de las doce, los dos shinobi bajaron para recibir al mensajero que les habría de mandar Shanise.
—¿Cómo dijo que se llamaba... Pudinko? —se preguntaba Ayame, con el dedo índice en el mentón.