8/09/2019, 08:31
Yumiko. Yumiko era su nombre.
Yumiko era una muchachita menuda, pequeña, mundana. Pálida como ella misma y inusualmente raquítica para una kunoichi. Pero como todo en el mundo de los ninjas, las apariencias era un aspecto de vida del que no podías confiarte. Nunca. A ojo crítico, se le podían calcular unos dieciocho años, a lo sumo. Tenía los ojos de un intenso color pardo y una melena lacia negra que se mimetizaba con los oscuros y poco sugerentes harapos que llevaba como ropa. Cargaba una mochila y, desde luego, no daba aparentaba ser lo que era: un shinobi.
Puntual como era de esperarse de una enviada de Shanise, Yumiko estuvo en la Bruma a la hora acordada, y se adentró al hostal esperando encontrarse a sus contactos. Nada más y nada menos que la guardiana de Amegakure y... y otro más.
Yumiko era una muchachita menuda, pequeña, mundana. Pálida como ella misma y inusualmente raquítica para una kunoichi. Pero como todo en el mundo de los ninjas, las apariencias era un aspecto de vida del que no podías confiarte. Nunca. A ojo crítico, se le podían calcular unos dieciocho años, a lo sumo. Tenía los ojos de un intenso color pardo y una melena lacia negra que se mimetizaba con los oscuros y poco sugerentes harapos que llevaba como ropa. Cargaba una mochila y, desde luego, no daba aparentaba ser lo que era: un shinobi.
Puntual como era de esperarse de una enviada de Shanise, Yumiko estuvo en la Bruma a la hora acordada, y se adentró al hostal esperando encontrarse a sus contactos. Nada más y nada menos que la guardiana de Amegakure y... y otro más.