8/09/2019, 12:03
Y, de entre las personas que pasaban por el Corredor de las Luciérnagas, fue una la que se predispuso a entrar en el hostal hacia el mediodía. Daruu, presto, se dispuso a interceptarla.
—¿Yumiko, puede ser? —le preguntó, sacando fugazmente la bandana de su bolsillo, lo justo para mostrar su identificativo como shinobi de Amegakure—. Somos nosotros. ¿Tienes lo que pedimos?
«Eso, eso, Yumiko.» Se corrigió Ayame, asintiendo para sí mientras estudiaba en silencio a la mensajera.
Se trataba de una chica que debía ser algo más mayor que ellos, pero raquítica como una ramita, pequeña como un pajarillo, y paliducha como la luna llena. Desde luego, como kunoichi, si es que lo era, no parecía ser la gran cosa, pero Ayame sabía bien que no se podía juzgar a un libro por su portada. Puede que no pudiera ser un portento para las Artes físicas, pero ese débil caparazón podía esconder muchas cosas: talento para el sigilo, dada su apariencia mundana; quizás una rapidez propia de una liebre; quizás incluso talento para las ilusiones. Era muy probable que nunca lo supieran, pues lo único que les interesaba de ella en aquellos instantes, era el contenido de su mochila.
—¿Yumiko, puede ser? —le preguntó, sacando fugazmente la bandana de su bolsillo, lo justo para mostrar su identificativo como shinobi de Amegakure—. Somos nosotros. ¿Tienes lo que pedimos?
«Eso, eso, Yumiko.» Se corrigió Ayame, asintiendo para sí mientras estudiaba en silencio a la mensajera.
Se trataba de una chica que debía ser algo más mayor que ellos, pero raquítica como una ramita, pequeña como un pajarillo, y paliducha como la luna llena. Desde luego, como kunoichi, si es que lo era, no parecía ser la gran cosa, pero Ayame sabía bien que no se podía juzgar a un libro por su portada. Puede que no pudiera ser un portento para las Artes físicas, pero ese débil caparazón podía esconder muchas cosas: talento para el sigilo, dada su apariencia mundana; quizás una rapidez propia de una liebre; quizás incluso talento para las ilusiones. Era muy probable que nunca lo supieran, pues lo único que les interesaba de ella en aquellos instantes, era el contenido de su mochila.