11/09/2019, 15:44
Clic, clac.
El sonido de unos grilletes abriéndose. Su carcelero erróneamente creía haber terminado el trabajo y ahora le desencadenaba. Lo que no sabía, como otros tantos antes, es que hacía falta más para someter a Uchiha Akame. Pronto, todos iban a averiguarlo. Mientras el joven renegado notaba los tentáculos del mundo onírico aflojando la presa que tenían a su alrededor, empezó a notarse más ligero. Más liviano. Se sentía como un feto dentro del vientre de su madre, flotando en un ambiente cálido y acogedor. Pronto sería escupido de vuelta a la fría y cruda realidad, pero durante esos instantes, saboreó el momento.
—Hmpf... Nnnnñé...
Como un recién nacido —uno muy feo, con el rostro medio desfigurado y la habilidad de matar a una persona con sus propias manos— Akame trató de revolverse en el colchón con vago éxito. El cuerpo le dolía, tenía hambre y sed, lo cual no contribuyó sino a reforzar esta metáfora de su nuevo nacimiento; la única pega, es que no tenía nada de nuevo. No había tenido una epifanía ni una revelación sobre hacia dónde debía encaminar sus pasos, como les sucedía a las víctimas del Bautizo del Dragón, sino que seguía sintiéndose tan perdido y apesadumbrado como antes. ¿Como antes? No, no. Su senda, su camino, se recorría poco a poco... Pero sin pausa. Una voz distante, que ya no supo si era producto del mundo real o de su subconsciente, le invitaba a abandonar su sueño.
Y así lo hizo. Lo primero que se encontró, para su desgracia, fue el rostro de Money.
—J... Joder, ¿tenían que... P... Ponerme al negro creepy de guardia? —logró balbucear, con la voz seca, mientras trataba de esbozar una sonrisa ácida—. Acércame el ag... ag... Agua, helmano —añadió, moribundo.
Bienvenido de vuelta.
El sonido de unos grilletes abriéndose. Su carcelero erróneamente creía haber terminado el trabajo y ahora le desencadenaba. Lo que no sabía, como otros tantos antes, es que hacía falta más para someter a Uchiha Akame. Pronto, todos iban a averiguarlo. Mientras el joven renegado notaba los tentáculos del mundo onírico aflojando la presa que tenían a su alrededor, empezó a notarse más ligero. Más liviano. Se sentía como un feto dentro del vientre de su madre, flotando en un ambiente cálido y acogedor. Pronto sería escupido de vuelta a la fría y cruda realidad, pero durante esos instantes, saboreó el momento.
—Hmpf... Nnnnñé...
Como un recién nacido —uno muy feo, con el rostro medio desfigurado y la habilidad de matar a una persona con sus propias manos— Akame trató de revolverse en el colchón con vago éxito. El cuerpo le dolía, tenía hambre y sed, lo cual no contribuyó sino a reforzar esta metáfora de su nuevo nacimiento; la única pega, es que no tenía nada de nuevo. No había tenido una epifanía ni una revelación sobre hacia dónde debía encaminar sus pasos, como les sucedía a las víctimas del Bautizo del Dragón, sino que seguía sintiéndose tan perdido y apesadumbrado como antes. ¿Como antes? No, no. Su senda, su camino, se recorría poco a poco... Pero sin pausa. Una voz distante, que ya no supo si era producto del mundo real o de su subconsciente, le invitaba a abandonar su sueño.
«Despierta, Akame-chan... Despierta, y mira a tu alrededor...»
Y así lo hizo. Lo primero que se encontró, para su desgracia, fue el rostro de Money.
—J... Joder, ¿tenían que... P... Ponerme al negro creepy de guardia? —logró balbucear, con la voz seca, mientras trataba de esbozar una sonrisa ácida—. Acércame el ag... ag... Agua, helmano —añadió, moribundo.
Bienvenido de vuelta.