11/09/2019, 17:12
Mientras las carcajadas de aquel extravagante tipo inundaban la habitación, Akame trataba de rebuscar entre sus propios bolsillos. Si tenía suerte, encontraría la cajetilla de cigarros allí. Si no... Tendría que aceptar uno de los puros de Money. Por cómo lucían, se veían toda una delicia; un manjar para cualquiera que supiera apreciar el fino arte del fumar. Pero el Uchiha lo que quería en ese momento no era un buen bosqueño, incluso aunque se trataba de un puro que ni en sus mejores días como jōnin podría haberse costeado, sino un cigarrillo. Uno bien liado, amargo, dañino. Las Fortunas le sonrieron por primera vez aquel día, y acabó por encontrar su cajetilla. Quedaba un tabaco.
—Gracias, Money, pero ahora mismo necesito a uno de estos pequeños cabrones. Llámalo un reencuentro de amantes. Me guardo tu invitación para otro momento.
Con movimientos torpes todavía, Akame se colocó el cigarro entre los labios y lo prendió con el mechero dorado que Money le había ofrecido. Fumó varias caladas hondas, dejando que el humo le embargara y le provocase una tos seca, por fumar después de varios días en coma inducido. Sólo después de haber disfrutado de la mitad de su cigarrillo, el Uchiha se volvió hacia su autopresentado como guía.
—Tú mismo —respondió a la cuestión sobre su nombre, encogiéndose de hombros—. Guiarme, ¿eh? Claro, cómo no, blothel. Al fin y al cabo, alguien tendrá que mostrarme cómo recorrer el sendero de baldosas amarillas, ¿verdad?
Lo cierto era que Uchiha Akame no tenía ninguna intención de fiarse de aquel tipo, y por una sencilla cuestión. Nadie que tuviese tanta pasta era honrado.
—Gracias, Money, pero ahora mismo necesito a uno de estos pequeños cabrones. Llámalo un reencuentro de amantes. Me guardo tu invitación para otro momento.
Con movimientos torpes todavía, Akame se colocó el cigarro entre los labios y lo prendió con el mechero dorado que Money le había ofrecido. Fumó varias caladas hondas, dejando que el humo le embargara y le provocase una tos seca, por fumar después de varios días en coma inducido. Sólo después de haber disfrutado de la mitad de su cigarrillo, el Uchiha se volvió hacia su autopresentado como guía.
—Tú mismo —respondió a la cuestión sobre su nombre, encogiéndose de hombros—. Guiarme, ¿eh? Claro, cómo no, blothel. Al fin y al cabo, alguien tendrá que mostrarme cómo recorrer el sendero de baldosas amarillas, ¿verdad?
Lo cierto era que Uchiha Akame no tenía ninguna intención de fiarse de aquel tipo, y por una sencilla cuestión. Nadie que tuviese tanta pasta era honrado.