11/09/2019, 17:59
Yumiko torció el gesto cuando Daruu la interceptó de aquella manera a las afueras de la Bruma, y ni siquiera se molestó un ápice en disimularlo cuando respondió de mala gana:
—Ajá, sí... —farfulló, antes de dejarle completamente de lado y volverse hacia Ayame, que no pudo evitar sobresaltarse al saberse el centro de atención repentinamente. Fue como si a Yumiko le hubiese cambiado completamente la cara al verla. Su gesto desganado se iluminó de radiante felicidad, y no dudó ni un instante en tomarla de las manos—. Oniichan, soy tu fan número uno. ¡Número uno! Es un honoooooor. Cuando ya tú sabes quién me pidió venir a veros, uuuuh. Uhhhhh. No sabes lo emocio...
—Ah... yo... yo... —balbuceaba Ayame, sin saber muy bien qué responder a aquella súbita muestra de efusividad.
Pero Yumiko se interrumpió al sentir la mirada de Daruu clavada sobre ella.
—Sí, los pergaminos. Toma. Son confidenciales, una vez los hayan estudiados deben ser destruidos —les indicó, entregándoles dos rollos sellados con cera y tres rayas verticales—. Bueno, yo pego ya la vuelta. Suerte.
—Un... un placer, Yumiko-san. Y gracias por venir —sonrió Ayame, y cuando perdió de vista a la muchacha, se volvió hacia Daruu—. Vamos arriba.
—Ajá, sí... —farfulló, antes de dejarle completamente de lado y volverse hacia Ayame, que no pudo evitar sobresaltarse al saberse el centro de atención repentinamente. Fue como si a Yumiko le hubiese cambiado completamente la cara al verla. Su gesto desganado se iluminó de radiante felicidad, y no dudó ni un instante en tomarla de las manos—. Oniichan, soy tu fan número uno. ¡Número uno! Es un honoooooor. Cuando ya tú sabes quién me pidió venir a veros, uuuuh. Uhhhhh. No sabes lo emocio...
—Ah... yo... yo... —balbuceaba Ayame, sin saber muy bien qué responder a aquella súbita muestra de efusividad.
Pero Yumiko se interrumpió al sentir la mirada de Daruu clavada sobre ella.
—Sí, los pergaminos. Toma. Son confidenciales, una vez los hayan estudiados deben ser destruidos —les indicó, entregándoles dos rollos sellados con cera y tres rayas verticales—. Bueno, yo pego ya la vuelta. Suerte.
—Un... un placer, Yumiko-san. Y gracias por venir —sonrió Ayame, y cuando perdió de vista a la muchacha, se volvió hacia Daruu—. Vamos arriba.