15/09/2019, 19:26
La entrada turbulenta de Amedama Kiroe llamó la atención de una sola persona. Él ya conocía a la vieja, por supuesto, pues se trataba de aquella anciana, ciega, que les recibió días atrás durante su misión inicial de reconocimiento. Y aunque la mujer no podía ver, sus ojos de aspecto cristalino se posaron justo donde estaba ella, con el rostro reflejando la circunstancia y el temor por la abrupta interrupción de esa desconocida. Desde luego que no era la primera vez que Mal de Ojo sufría el devenir de clientes insatisfechos o de borrachos empedernidos en busca de llamar la atención. No obstante, aquél día era uno especial, por decirlo de alguna manera. Porque... las aguas no estaban para nada calmadas dado a los últimos acontecimientos acaecidos alrededor de los arrendatarios de aquél bar de mala muerte, que aunque no lo supiera a ciencia cierta, siempre tuvo la sospecha de que servía para fines menos prácticos que vender alcohol. Pero en sus setenta años de vida nunca preguntó quién se hacía cargo, mientras tuviera alguien que le pagase el pan de cada noche, con eso era suficiente. Además, ser ciega te ayudaba mucho a hacer la vista gorda más allá de tus propias convicciones.
Había algo que no podía ignorar, no obstante. Y ese era el nombre de Nakura Naia.
Los rumores volaban como gotas de lluvia. Si había un plus de ser ciega es que el escuchar era todo lo que se tenía, y vaya que era buena escuchando. De esa mujer, en particular, oyó muchas cosas durante los años que llevaban ocultas en la Capital. De Shannako y Nioka, sobre todo. Incluso de Watanabe, ese mafioso de mala caña que también solía pasearse por allí. Pero nunca, nunca, había oído su voz. ¿Curioso, no lo creen?
—Señora, no sé qué vino a hacer aquí, pero... —oh, Nioka se lo había instruido claramente. Negar. Negar. Y negar. —-.aquí no hay nadie que responda a ese nombre. Mejor lárguese. Por su bien.
Había algo que no podía ignorar, no obstante. Y ese era el nombre de Nakura Naia.
Los rumores volaban como gotas de lluvia. Si había un plus de ser ciega es que el escuchar era todo lo que se tenía, y vaya que era buena escuchando. De esa mujer, en particular, oyó muchas cosas durante los años que llevaban ocultas en la Capital. De Shannako y Nioka, sobre todo. Incluso de Watanabe, ese mafioso de mala caña que también solía pasearse por allí. Pero nunca, nunca, había oído su voz. ¿Curioso, no lo creen?
—Señora, no sé qué vino a hacer aquí, pero... —oh, Nioka se lo había instruido claramente. Negar. Negar. Y negar. —-.aquí no hay nadie que responda a ese nombre. Mejor lárguese. Por su bien.