18/09/2019, 20:50
«Ah, lástima», pensó, al no encontrar ninguna pertenencia de su Kage. Saber el tipo de armamento con el que contaba un futuro contrincante nunca era malo. ¿Y si se encontraba con un pergamino? Bueno, entonces podían pasar muchas cosas. Quizá, abrirlo para descubrir su contenido. Quizá incluso, porque no, sellar algo en su lugar. ¿Y si Hanabi pensaba que iba a coger su preciado Dai Shuriken en medio del combate y se encontraba en su lugar con un Gōkakyū en la cara?
Se descojonó de solo imaginárselo.
—No, no. Pero yo jamás sería capaz de algo así. ¡Vaya idea! ¿Yo? No, no. Eso es inmoral, deleznable y… Y…
Y jodidamente épico, pensó. Por eso, una parte de él se alegró de no encontrar nada. Porque se conocía, se conocía y temía por las consecuencias. «Mejor no desviarnos ahora del camino, no… Que ya viste lo que pasó la última vez que sellaste algo en alguien».
Tratando de distraerse, inspeccionó el resto de la habitación, hasta llegar a la chimenea con el fuego eterno. Contempló aquel milagro de fuuinjutsu por unos largos instantes antes de subir la mirada hacia el cuadro.
—Ah, Shiona… cuánto de menos se te echa. Larga vida a Uzushiogakure no Sato, ¿eh? No podía ser otra cosa, no —dijo, esbozando una sonrisa nostálgica. Luego frunció el ceño—. Hmm… Creo que nunca le pregunté a Hanabi por la persona que te hizo perder la vida.
Decían que era un enemigo poderosísimo, una amenaza para todo Oonindo. Pero nada más. No se sabía su nombre, ni quién era exactamente. Ni por qué Shiona fue solo a enfrentársele. Datsue pensó que si alguien lo sabía, ese debía ser Hanabi. Su alumno. Su sucesor.
Suspiró. Cansado por el largo viaje —y por las técnicas que había sellado en secreto en el pergamino—, fue a tirarse a la cama, y decidió hacer una serie de estiramientos mientras aguardaba la vuelta de su Uzukage.
Se descojonó de solo imaginárselo.
—No, no. Pero yo jamás sería capaz de algo así. ¡Vaya idea! ¿Yo? No, no. Eso es inmoral, deleznable y… Y…
Y jodidamente épico, pensó. Por eso, una parte de él se alegró de no encontrar nada. Porque se conocía, se conocía y temía por las consecuencias. «Mejor no desviarnos ahora del camino, no… Que ya viste lo que pasó la última vez que sellaste algo en alguien».
Tratando de distraerse, inspeccionó el resto de la habitación, hasta llegar a la chimenea con el fuego eterno. Contempló aquel milagro de fuuinjutsu por unos largos instantes antes de subir la mirada hacia el cuadro.
—Ah, Shiona… cuánto de menos se te echa. Larga vida a Uzushiogakure no Sato, ¿eh? No podía ser otra cosa, no —dijo, esbozando una sonrisa nostálgica. Luego frunció el ceño—. Hmm… Creo que nunca le pregunté a Hanabi por la persona que te hizo perder la vida.
Decían que era un enemigo poderosísimo, una amenaza para todo Oonindo. Pero nada más. No se sabía su nombre, ni quién era exactamente. Ni por qué Shiona fue solo a enfrentársele. Datsue pensó que si alguien lo sabía, ese debía ser Hanabi. Su alumno. Su sucesor.
Suspiró. Cansado por el largo viaje —y por las técnicas que había sellado en secreto en el pergamino—, fue a tirarse a la cama, y decidió hacer una serie de estiramientos mientras aguardaba la vuelta de su Uzukage.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado