19/09/2019, 05:01
Los gatos eran animales astutos. Muy astutos. Daruu también lo fue, al comportarse como uno de ellos para cerciorarse de que sus propios instintos estuvieran equivocados. Encaramado ahí arriba comprobó que el corredor estaba absolutamente vacío, pero infestado de las mismas antorchas de siempre. El tenue fuego de estos velones vislumbraba que, nuevamente, la soledad imperaba a lo largo y ancho de su trayectoria, lo que venía siendo también una constante en la infiltración del bueno de Daruu. Mejor así, pensaría cualquiera, al encontrarse sin ningún tipo de impedimento en el camino. Pero pronto entendió, tras un oteo más profundo de sus alrededores, que nada es lo que parece, y menos en el juego de la muerte.
Era sorprendente, el cómo aquella trampa jugaba con la profundidad de los escalones y la contraluz de la iluminación superior. Antes de encaramarse al techo Daruu no hubiera imaginado nunca que a mitad del segundo escalón ya podría ver un gran número de agujeros, sin fin aparente, repartidos tanto en los muros laterales como en el techo, incluso, y en el suelo. Tenían toda la pinta de ser esas perforaciones que ocultan una púa mortal, o un pincho de esos oxidados que si llegaban a tocarte, acabarían ensartándose en uno como si fuerais un kebab. Algo en esos escalones seguramente activaba el sistema. Probablemente una pisada en algún punto y/o escalón concreto.
Difícil saberlo.
Lo cierto es que el Amedama estaba fuera de peligro, y pudo acceder al corredor superior sin nada de lo qué lamentarse. Ahora tenía otra larga caminada de unos cuantos metros hasta que se encontró con una encrucijada de tres direcciones distintas. Podía seguir derecho, cruzar a la izquierda, o coger la derecha. ¿Qué podía hacer en esa situación, donde era un invidente dando palos de ahogado? ¿Probaría suerte, elegiría al azar y aguardaría a que el destino le sonriese, o acabaría encontrando una metodología apropiada para encontrar la susodicha habitación en la que probablemente se encontrasen sus ojos, y alguna sorpresilla más?
Como el ninja que era, tenía varias herramientas a disposición, sin lugar a dudas. El quid estaba en cuál iba a elegir para esa ocasión.
Naia sonrió con soltura.
—Ah, eso. No es nada personal, cielo; son solo negocios. Aunque admito que arrancarle los ojos a tu mocoso resultó ser una experiencia muy placentera —una mirada burlona azotó a Kiroe, que aún se debatía internamente con sus propios demonios. Naia hizo caso omiso al comentario de la invitación, acontecimiento que le había hecho sentirse flagelada por primera vez en mucho tiempo, y continuó su hostigamiento verbal con naturalidad mientras daba pasos cortos, precisos, y medidos que acortaban la distancia entre ellas de forma peligrosa—. como lo será también cuando te mate de una vez por todas. Y contigo no se acaba la historia. Mi venganza irá más allá. Serás la primera pieza de un efecto dominó, Kiroe, y tanto Daruu como Zetsuo seréis los siguientes en ganaros un boleto en primera clase hacia las tierras del Yomi.
»Sólo entonces todo habrá valido la pena. Sólo entonces...
Y si Ayame creía que contenerse ya era de por sí difícil, el nombre de su padre acabó por levantar el polvo que faltaba en su interior. Ahora ya no era sólo el miedo de morir, o de perder a Daruu. O a Kiroe. Ahora Aotsuki Zetsuo entraba en una complicada fórmula de futuros inciertos.
Era sorprendente, el cómo aquella trampa jugaba con la profundidad de los escalones y la contraluz de la iluminación superior. Antes de encaramarse al techo Daruu no hubiera imaginado nunca que a mitad del segundo escalón ya podría ver un gran número de agujeros, sin fin aparente, repartidos tanto en los muros laterales como en el techo, incluso, y en el suelo. Tenían toda la pinta de ser esas perforaciones que ocultan una púa mortal, o un pincho de esos oxidados que si llegaban a tocarte, acabarían ensartándose en uno como si fuerais un kebab. Algo en esos escalones seguramente activaba el sistema. Probablemente una pisada en algún punto y/o escalón concreto.
Difícil saberlo.
Lo cierto es que el Amedama estaba fuera de peligro, y pudo acceder al corredor superior sin nada de lo qué lamentarse. Ahora tenía otra larga caminada de unos cuantos metros hasta que se encontró con una encrucijada de tres direcciones distintas. Podía seguir derecho, cruzar a la izquierda, o coger la derecha. ¿Qué podía hacer en esa situación, donde era un invidente dando palos de ahogado? ¿Probaría suerte, elegiría al azar y aguardaría a que el destino le sonriese, o acabaría encontrando una metodología apropiada para encontrar la susodicha habitación en la que probablemente se encontrasen sus ojos, y alguna sorpresilla más?
Como el ninja que era, tenía varias herramientas a disposición, sin lugar a dudas. El quid estaba en cuál iba a elegir para esa ocasión.
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Naia sonrió con soltura.
—Ah, eso. No es nada personal, cielo; son solo negocios. Aunque admito que arrancarle los ojos a tu mocoso resultó ser una experiencia muy placentera —una mirada burlona azotó a Kiroe, que aún se debatía internamente con sus propios demonios. Naia hizo caso omiso al comentario de la invitación, acontecimiento que le había hecho sentirse flagelada por primera vez en mucho tiempo, y continuó su hostigamiento verbal con naturalidad mientras daba pasos cortos, precisos, y medidos que acortaban la distancia entre ellas de forma peligrosa—. como lo será también cuando te mate de una vez por todas. Y contigo no se acaba la historia. Mi venganza irá más allá. Serás la primera pieza de un efecto dominó, Kiroe, y tanto Daruu como Zetsuo seréis los siguientes en ganaros un boleto en primera clase hacia las tierras del Yomi.
»Sólo entonces todo habrá valido la pena. Sólo entonces...
Y si Ayame creía que contenerse ya era de por sí difícil, el nombre de su padre acabó por levantar el polvo que faltaba en su interior. Ahora ya no era sólo el miedo de morir, o de perder a Daruu. O a Kiroe. Ahora Aotsuki Zetsuo entraba en una complicada fórmula de futuros inciertos.