21/09/2019, 22:33
Pero ni en sus más bizarros sueños Akame habría podido imaginarse lo que iba a ocurrir cuando, presa de aquel arrebato de súbita ira por la perspectiva de que allí a nadie le importaba un carajo su nutrición, activase el poder del Sharingan. Porque la mujer que hablaba animadamente con Money no era Otohime, sino alguien más. Alguien que Akame no conocía, pero que habría dado uno de sus ojos por que no se encontrase allí. Porque aquel tipo no era amigo de Sekiryuu —y, por extensión, no era amigo suyo— y además tenía chakra. Mucho charka, y el Sharingan. Un Uchiha. «Me cago en todos los dioses habidos y por haber...»
En otras condiciones el muchacho podría haber intentando ingeniar alguna estratagema. Alguna táctica que explotase las debilidades de su oponente y sus propias fortalezas para inclinar la balanza a su favor. Pero no en ese momento; él estaba débil y mareado, apenas podía mantenerse en pie y la súbita adrenalina del cabreo ya empezaba a diluirse. Para más inri, aquel tipo parecía un auténtico ninja veterano; repleto de cicatrices y otras marcas reconocibles, con cara de pocos amigos y muy calmado ante la visión del avatar del Dios de la Tormenta. Todo aquello se traducía en una conclusión muy simple; «si este tío me aprieta las tuercas, estoy jodido.»
Akame trató de mantenerse erguido en el sitio, con aquellas costillas de chakra carmesí rodeándole y el brazo del mismo material en ristre, dispuesto.
—Los chistes de mariquitas son muy del doscientos cinco, hijo de puta —replicó, tratando de mantener la calma—. ¿Quién cojones eres tú y qué has hecho con mi experta en Fuuinjutsu?
El joven renegado intuía que Otohime, a pesar de todo, no estaba muerta; y por una sencilla razón. Siendo miembro de Sekiryuu como era, de haber fallecido los demás se habrían enterado, y aquel desgraciado no estaría hengeándose en ella con tanta facilidad.
En otras condiciones el muchacho podría haber intentando ingeniar alguna estratagema. Alguna táctica que explotase las debilidades de su oponente y sus propias fortalezas para inclinar la balanza a su favor. Pero no en ese momento; él estaba débil y mareado, apenas podía mantenerse en pie y la súbita adrenalina del cabreo ya empezaba a diluirse. Para más inri, aquel tipo parecía un auténtico ninja veterano; repleto de cicatrices y otras marcas reconocibles, con cara de pocos amigos y muy calmado ante la visión del avatar del Dios de la Tormenta. Todo aquello se traducía en una conclusión muy simple; «si este tío me aprieta las tuercas, estoy jodido.»
Akame trató de mantenerse erguido en el sitio, con aquellas costillas de chakra carmesí rodeándole y el brazo del mismo material en ristre, dispuesto.
—Los chistes de mariquitas son muy del doscientos cinco, hijo de puta —replicó, tratando de mantener la calma—. ¿Quién cojones eres tú y qué has hecho con mi experta en Fuuinjutsu?
El joven renegado intuía que Otohime, a pesar de todo, no estaba muerta; y por una sencilla razón. Siendo miembro de Sekiryuu como era, de haber fallecido los demás se habrían enterado, y aquel desgraciado no estaría hengeándose en ella con tanta facilidad.