22/09/2019, 18:58
—Entonces siento decepcionarte, pero la estética de Don Limpio punkarra no es mi tipo —replicó el muchacho, veloz como una saeta, aludiendo a la cabeza rapada y los tatuajes de tipo duro de aquel cabronazo. Si el propio Zaide estaba pensando en ese mismo momento que Akame acababa de joderle su plan, el sentimiento era más que recíproco. El Uchiha menor observaba al mayor con la misma enquina, mientras pensaba a toda velocidad. Lástima que Zaide se le había adelantado, y por mucho, en esa tarea.
«Hijo de puta, lo ha pensado bien. Este bastardo no es un cabeza rapada descerebrado. Va a haber que jugar con cuidado, me cago en...»
No sólo el tiempo corría para Otohime y Money, sino también para él mismo. Estaba famélico y desnutrido, e incluso gracias a la adrenalina del momento había conseguido ejecutar una técnica como el Susanoo; ahora, mientras trataba de calmar su corazón desbocado, todo se venía abajo. Empezaba a notarse más mareado otra vez, le dolía la cabeza como si le fuese a explotar y para colmo aquel tipo parecía un ninja veterano. Sin embargo, todavía quedaba un detalle importantísimo por esclarecer. Uno del que Zaide todavía no había soltado prenda.
—Hablas mucho, pero todavía no has contestado a mi pregunta. ¿Quién coño eres? —y luego agregó, apretando los puños—. ¿Y qué sabes de mí? Te veo bien informado —«cabronazo»—, así que, ¿por qué no dejas de decir gilipolleces y hablas como un hombre de verdad? ¿Qué quieres?
«Hijo de puta, lo ha pensado bien. Este bastardo no es un cabeza rapada descerebrado. Va a haber que jugar con cuidado, me cago en...»
No sólo el tiempo corría para Otohime y Money, sino también para él mismo. Estaba famélico y desnutrido, e incluso gracias a la adrenalina del momento había conseguido ejecutar una técnica como el Susanoo; ahora, mientras trataba de calmar su corazón desbocado, todo se venía abajo. Empezaba a notarse más mareado otra vez, le dolía la cabeza como si le fuese a explotar y para colmo aquel tipo parecía un ninja veterano. Sin embargo, todavía quedaba un detalle importantísimo por esclarecer. Uno del que Zaide todavía no había soltado prenda.
—Hablas mucho, pero todavía no has contestado a mi pregunta. ¿Quién coño eres? —y luego agregó, apretando los puños—. ¿Y qué sabes de mí? Te veo bien informado —«cabronazo»—, así que, ¿por qué no dejas de decir gilipolleces y hablas como un hombre de verdad? ¿Qué quieres?