22/09/2019, 21:10
(Última modificación: 22/09/2019, 21:14 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
No hubo más intercambios, el duelo verbal había terminado.
La serpiente seguía reptando a su alrededor, en círculo, sin atreverse a recortar la distancia que la separaba del halcón que la observaba cauto desde la percha que había hecho suya y que eran aquellos delfines de piedra que antaño debieron lucir como una magnífica estatua, girando sobre sus talones a medida que su enemiga la rodeaba pero sin dejar que alcanzara su espalda. La tenía en todo momento bajo su punto de mira.
«Está siendo muy cautelosa... No parece dispuesta a acercarse sin más.» Pensó Ayame, respirando hondo. Mejor para ella, en cualquier caso. Cuanto más tiempo mantuviera ocupada a aquel súcubo disfrazado de ángel, menos probabilidades habría de que descubrieran su disfraz o decidiera ir a por Daruu.
Las intenciones de Naia estaban más que claras: la estaba tentando a actuar, a lanzarse de cabeza contra sus colmillos venenosos. Pero el halcón virtuoso esconde sus garras, y Ayame había aprendido la lección golpe tras golpe. No pensaba dejar que su impulsividad la venciera. Por eso, se mantuvo estáticaen su sitio y...
—¡Bwaaaaaaaah! —lanzó un sonoro bostezo al aire.
La serpiente seguía reptando a su alrededor, en círculo, sin atreverse a recortar la distancia que la separaba del halcón que la observaba cauto desde la percha que había hecho suya y que eran aquellos delfines de piedra que antaño debieron lucir como una magnífica estatua, girando sobre sus talones a medida que su enemiga la rodeaba pero sin dejar que alcanzara su espalda. La tenía en todo momento bajo su punto de mira.
«Está siendo muy cautelosa... No parece dispuesta a acercarse sin más.» Pensó Ayame, respirando hondo. Mejor para ella, en cualquier caso. Cuanto más tiempo mantuviera ocupada a aquel súcubo disfrazado de ángel, menos probabilidades habría de que descubrieran su disfraz o decidiera ir a por Daruu.
Las intenciones de Naia estaban más que claras: la estaba tentando a actuar, a lanzarse de cabeza contra sus colmillos venenosos. Pero el halcón virtuoso esconde sus garras, y Ayame había aprendido la lección golpe tras golpe. No pensaba dejar que su impulsividad la venciera. Por eso, se mantuvo estáticaen su sitio y...
—¡Bwaaaaaaaah! —lanzó un sonoro bostezo al aire.