23/09/2019, 12:05
Si Kunie hubiese estado allí para ver todo aquello, habría sonreído de oreja a oreja. ¡Uchiha Zaide, un criminal peligrosísimo y muy buscado por Dragón Rojo, haciéndole el trabajo! ¡Qué maravilla! Las palabras del rapado volaban certeras como saetas, apuntando a la línea de flotación del débil vínculo que unía a Akame con Sekiryuu; el de la supervivencia, en pos de ignorar un pasado compartido muy doloroso. No en vano habían sido ellos quienes acabaran con la vida de Kageyama Koko, el primer amor de nuestro joven Uchiha. ¡Koko! ¡La misma Koko por la que Akame había estado dispuesto a traicionar a Zoku, su Uzukage! ¡La misma Koko por la que había tomado el poder de un demonio de Una Cola para sumir la Aldea en una tormenta de fuego y sangre!
¿Y ahora simplemente se olvidaba de ella, así de fácil? ¿Para trabajar junto a la panda de rufianes que la habían asesinado?
Akame sintió algo revolverse en su interior. No sólo era que las palabras de aquel tipo fueran las correctas, sino que su forma de decirlas también lo era. El joven renegado se consideraba una persona de gran fortaleza mental, pero ante su actual oponente, se veía claramente superado; tenía una auténtica lengua de plata, como la de...
Sacudió la cabeza. «¿¡Qué cojones te pasa, estúpido!? Está intentando jugar contigo para que bajes la guardia y poder clavarte un puñal en las costillas. ¡Déjate de gilipolleces y concéntrate!» Pero eso era más fácil decirlo —o en este caso, pensarlo— que hacerlo. Akame notó un tacto viscoso y cálido en las manos, y se dio cuenta entonces que había apretado tanto los puños que se había hecho sangre. Las feas heridas adornaron las palmas de sus manos cuando el Uchiha se llevó ambas a la cabeza, arrancándose las vendas de la cara. La pluma azul eléctrico de Yume cayó por su propio peso, pero Akame la atrapó al vuelo; bajó la mirada y la contempló durante unos largos segundos, manchada de su propia sangre.
La voz de su primera maestra resonó con claridad en su oídos, como aquella noche. Solo que esta vez, hizo que se le revolvieran las entrañas.
—Guárdate tus putos detalles —escupió, levantando la mirada como un rayo. No iba a descuidarse, no podía permitirlo. Incluso aunque aquel hombre parecía saber atacar directo a su corazón—. La venganza... La venganza no sirve para nada.
Uchiha Akame era la viva imagen de una persona debatiéndose entre la vida y la muerte, bordeando la fina línea que separa el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto. ¿En qué lado se encontraba él ahora mismo?
—La venganza no me traerá de vuelta a Koko. La venganza no me devolverá mi vida en Uzu... La venganza no me devolverá mi vida —y aquellas palabras parecían guardar un significado más grande que el que aparentaban a simple oída—. ¿Sabes cuánta gente me ha traído mal? ¿Cuántos me han traicionado? Uchiha Zaide... Si tuviera que vengarme de todos ellos, si tuviera que matarlos a todos... Oonindo quedaría vacío y no cabría un sólo alma más en el Yomi.
Y pese a todo, parecía que Akame todavía encontraba un punto de luz, muy lejano y tenue, que seguir en aquella oscuridad. Aferraba la pluma azul que un día había pertenecido a Yume con la mano diestra, apretándola con fuerza.
—¿Por eso estás aquí, por eso quieres matar a Ryuu? ¿Por venganza? —cuestionó, aunque él se veía minúsculo e insignificante en comparación con el aura regia que desprendía Zaide. Y entonces le dijo lo mismo que le había dicho antes a otra persona, y la ironía del momento fue tan grande que ninguno pudo apreciarla—. No sé qué fantasmas estás persiguiendo, pero te aseguro que no los vas a alcanzar.
»Desactiva el sello, dime dónde está Otohime, y deshaz este Kage Bunshin. Olvídate de esto, y vive los días que te queden.
¿Y ahora simplemente se olvidaba de ella, así de fácil? ¿Para trabajar junto a la panda de rufianes que la habían asesinado?
Akame sintió algo revolverse en su interior. No sólo era que las palabras de aquel tipo fueran las correctas, sino que su forma de decirlas también lo era. El joven renegado se consideraba una persona de gran fortaleza mental, pero ante su actual oponente, se veía claramente superado; tenía una auténtica lengua de plata, como la de...
Sacudió la cabeza. «¿¡Qué cojones te pasa, estúpido!? Está intentando jugar contigo para que bajes la guardia y poder clavarte un puñal en las costillas. ¡Déjate de gilipolleces y concéntrate!» Pero eso era más fácil decirlo —o en este caso, pensarlo— que hacerlo. Akame notó un tacto viscoso y cálido en las manos, y se dio cuenta entonces que había apretado tanto los puños que se había hecho sangre. Las feas heridas adornaron las palmas de sus manos cuando el Uchiha se llevó ambas a la cabeza, arrancándose las vendas de la cara. La pluma azul eléctrico de Yume cayó por su propio peso, pero Akame la atrapó al vuelo; bajó la mirada y la contempló durante unos largos segundos, manchada de su propia sangre.
La voz de su primera maestra resonó con claridad en su oídos, como aquella noche. Solo que esta vez, hizo que se le revolvieran las entrañas.
—Guárdate tus putos detalles —escupió, levantando la mirada como un rayo. No iba a descuidarse, no podía permitirlo. Incluso aunque aquel hombre parecía saber atacar directo a su corazón—. La venganza... La venganza no sirve para nada.
Uchiha Akame era la viva imagen de una persona debatiéndose entre la vida y la muerte, bordeando la fina línea que separa el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto. ¿En qué lado se encontraba él ahora mismo?
—La venganza no me traerá de vuelta a Koko. La venganza no me devolverá mi vida en Uzu... La venganza no me devolverá mi vida —y aquellas palabras parecían guardar un significado más grande que el que aparentaban a simple oída—. ¿Sabes cuánta gente me ha traído mal? ¿Cuántos me han traicionado? Uchiha Zaide... Si tuviera que vengarme de todos ellos, si tuviera que matarlos a todos... Oonindo quedaría vacío y no cabría un sólo alma más en el Yomi.
Y pese a todo, parecía que Akame todavía encontraba un punto de luz, muy lejano y tenue, que seguir en aquella oscuridad. Aferraba la pluma azul que un día había pertenecido a Yume con la mano diestra, apretándola con fuerza.
—¿Por eso estás aquí, por eso quieres matar a Ryuu? ¿Por venganza? —cuestionó, aunque él se veía minúsculo e insignificante en comparación con el aura regia que desprendía Zaide. Y entonces le dijo lo mismo que le había dicho antes a otra persona, y la ironía del momento fue tan grande que ninguno pudo apreciarla—. No sé qué fantasmas estás persiguiendo, pero te aseguro que no los vas a alcanzar.
»Desactiva el sello, dime dónde está Otohime, y deshaz este Kage Bunshin. Olvídate de esto, y vive los días que te queden.