23/09/2019, 18:47
—Así de fácil —respondió Akame, aunque en su fuero interno sabía que aquello no podía estar más lejos de la realidad. Zaide parecía conocer a Sekiryuu mucho mejor que él mismo, «y con esta gente, nada es tan fácil.»
Lo siguiente fue algo que al joven Uchiha le afectó más de lo que jamás iba a estar dispuesto a admitir. La historia de Zaide con Dragón Rojo le parecía terroríficamente familiar, de una forma tan íntima que casi parecía haber sido elaborada para engañarle y que empatizara con el rapado. Su hastío por la vida que llevaba, el no poder fiarse de nadie y tener que dormir cada noche con un ojo abierto. El ser perseguido sin descanso por una organización que jamás iba a cejar en su empeño de darle caza como a un perro. La adicción al omoide. Aquella sonrisa amarga con la que lo contaba todo y que emanaba una resignación tan profunda y triste que a Akame se le hizo un puto nudo en el estómago. Tenía ante él a uno de los Uchiha más poderosos que había conocido, y cuanto le transmitía era la imagen de un hombre derrotado por la vida. Por las circunstancias. Cansado de pelear. «¿Es este mi propio destino?», no pudo evitar preguntarse el renegado.
¿Así acabaría él? La única respuesta que podía darse retumbó en su cabeza: «No.»
¿Pero qué podía hacer? Zaide parecía realmente poderoso y experimentado —si había sido capaz de burlar a numerosos Ryutō varias veces y de llegar hasta allí, tenía que serlo—. Nunca descansaría hasta matar a Ryuu, y Ryuu nunca descansaría hasta matarle a él. «¿Qué ocurre cuando una fuerza imparable se topa con un obstáculo inamovible?»
—Hay una tercera opción, Zaide.
Pues lo único que podía pasar...
—Money-san...
... algo absolutamente...
—Yo...
... Imprevisible.
—Tengo una sugerencia para reemplazar a Muñeca como Ryuutō.
Lo siguiente fue algo que al joven Uchiha le afectó más de lo que jamás iba a estar dispuesto a admitir. La historia de Zaide con Dragón Rojo le parecía terroríficamente familiar, de una forma tan íntima que casi parecía haber sido elaborada para engañarle y que empatizara con el rapado. Su hastío por la vida que llevaba, el no poder fiarse de nadie y tener que dormir cada noche con un ojo abierto. El ser perseguido sin descanso por una organización que jamás iba a cejar en su empeño de darle caza como a un perro. La adicción al omoide. Aquella sonrisa amarga con la que lo contaba todo y que emanaba una resignación tan profunda y triste que a Akame se le hizo un puto nudo en el estómago. Tenía ante él a uno de los Uchiha más poderosos que había conocido, y cuanto le transmitía era la imagen de un hombre derrotado por la vida. Por las circunstancias. Cansado de pelear. «¿Es este mi propio destino?», no pudo evitar preguntarse el renegado.
¿Así acabaría él? La única respuesta que podía darse retumbó en su cabeza: «No.»
¿Pero qué podía hacer? Zaide parecía realmente poderoso y experimentado —si había sido capaz de burlar a numerosos Ryutō varias veces y de llegar hasta allí, tenía que serlo—. Nunca descansaría hasta matar a Ryuu, y Ryuu nunca descansaría hasta matarle a él. «¿Qué ocurre cuando una fuerza imparable se topa con un obstáculo inamovible?»
—Hay una tercera opción, Zaide.
Pues lo único que podía pasar...
—Money-san...
... algo absolutamente...
—Yo...
... Imprevisible.
—Tengo una sugerencia para reemplazar a Muñeca como Ryuutō.