24/09/2019, 19:29
Akame escuchó con atención el relato de Money. A la mitad dejó de comer, no por falta de hambre, sino porque la mandíbula amenazaba con desencajársele de tal forma que terminara tocando suelo. Al terminar, no sólo era ya que el Uchiha hubiera quedado totalmente boquiabierto, sino que además sus ojos parecían los de un conejo cuando le alumbraban con un farol. «Pero... Pero... ¿Pero y este desquiciado?» ¿Ese tipo era a quien Money había llamado "nuestro seguro de vida"? «¿¡Pero cómo puede nadie considerar un seguro de vida a un loco que literalmente no tuvo reparos en asesinar a las dos personas que más le importaban!?»
El Uchiha notó cómo se le aceleraba el pulso peligrosamente, y empezaba a faltarle el aire. De repente se sentía preso en una jaula minúscula con una bestia sedienta de sangre, enorme y con aterradores colmillos. La imagen del dai tsuchi que había visto en la habitación —ahora no tenía dudas de que pertenecía a aquella bestia parda— se le vino a la cabeza como una especie de presentimiento funesto. Y aun así, no era su propia cocorota la que tenía que temer acabar hecha fosfatina bajo el peso de aquella monstruosa pieza de acero, sino la de Kaido. La de Zaide. Él podía estar, al menos, en un respetable tercer puesto en la lista de Ryuu; pero eso no impidió que le entrara un ligero mareo cuando se imaginó que en breves todos ellos iban a estar juntos en la misma sala.
«Tranquilo, tranquilo... Inspira, espira, inspira, espira... Eso es... Uno, dos...»
Cuando logró poner sus nervios a raya, sólo quedó un pensamiento en la cabeza. Lo vio, lo supo incluso antes de racionalizarlo. Lo vio claro como el día, como una mañana de Verano en las playas de arena blanca de su Villa natal.
Aquel loco hijo de puta tenía que morir. De lo contrario, nadie, nadie en Sekiryuu estaría a salvo. Akame miró a Money con gesto lúgubre, aunque sólo traslucía en cierta medida sus pensamientos.
—Curioso "seguro de vida" que tenéis aquí, me cago en todos los dioses, Money —masculló. Luego dejó la bolsa con lo que quedaba de provisiones en el suelo, había perdido el apetito—. ¿Sabes? Me acabo de repensar tu oferta de antes.
El Uchiha se recostó contra una de las frías paredes de Ryuuguu-jō.
—Quiero probar uno de esos puros tan caros tuyos.
Al fin y al cabo, no acababa de tener claro que fuera a salir con vida de aquella reunión.
El Uchiha notó cómo se le aceleraba el pulso peligrosamente, y empezaba a faltarle el aire. De repente se sentía preso en una jaula minúscula con una bestia sedienta de sangre, enorme y con aterradores colmillos. La imagen del dai tsuchi que había visto en la habitación —ahora no tenía dudas de que pertenecía a aquella bestia parda— se le vino a la cabeza como una especie de presentimiento funesto. Y aun así, no era su propia cocorota la que tenía que temer acabar hecha fosfatina bajo el peso de aquella monstruosa pieza de acero, sino la de Kaido. La de Zaide. Él podía estar, al menos, en un respetable tercer puesto en la lista de Ryuu; pero eso no impidió que le entrara un ligero mareo cuando se imaginó que en breves todos ellos iban a estar juntos en la misma sala.
«Tranquilo, tranquilo... Inspira, espira, inspira, espira... Eso es... Uno, dos...»
Cuando logró poner sus nervios a raya, sólo quedó un pensamiento en la cabeza. Lo vio, lo supo incluso antes de racionalizarlo. Lo vio claro como el día, como una mañana de Verano en las playas de arena blanca de su Villa natal.
Aquel loco hijo de puta tenía que morir. De lo contrario, nadie, nadie en Sekiryuu estaría a salvo. Akame miró a Money con gesto lúgubre, aunque sólo traslucía en cierta medida sus pensamientos.
—Curioso "seguro de vida" que tenéis aquí, me cago en todos los dioses, Money —masculló. Luego dejó la bolsa con lo que quedaba de provisiones en el suelo, había perdido el apetito—. ¿Sabes? Me acabo de repensar tu oferta de antes.
El Uchiha se recostó contra una de las frías paredes de Ryuuguu-jō.
—Quiero probar uno de esos puros tan caros tuyos.
Al fin y al cabo, no acababa de tener claro que fuera a salir con vida de aquella reunión.