25/09/2019, 03:06
Una solemne figura azul se paseó por las carnavalescas cuevas de Ryūgū-jō con paso fúnebre y decicido. Su ira contenida se expresaba en una peligrosa sonrisa que despilfarraba su palpable carisma para explayar, a contramano, su enorme poder interior, que revitalizado por sus insipiente necesidad de ajuntar cuentas con cierta persona, hacía que su presencia brillara tanto como las cientos de estalagmitas y estalactitas que, vívidas y pintorescas, iluminaban como un neón el aspecto cristalino de aquella caverna tan particular. Sus labios comenzaron a moverse casi en un imperceptible susurrar, deleitándose con el agridulce sabor de una venganza que se hacía, con cada paso suyo, mucho más próxima.
—Akame... —ese nombre. Ese jodido nombre era el centro de todas sus frustraciones. Ese jodido nombre pertenecía a un puto traidor, que le apuñaló por la espalda en el momento en que decidía desaparecerse por un par de días—. Akame... —su voz aumentaba en consideración con la pulsación de sus latidos. El corazón le galopaba como un corcel salvaje recorriendo las salvajes y vastas praderas de Kaminari no Kuni, y con cada bombeo de sangre, el agua en su interior también revoleaba como si el mismísimo amenokami estuviera controlando los mares contenidos en sus genes. Fibra a fibra. Músculo a músculo. Kaido fue transformándose en una bestia animalesca que en yuxtaposición con su contextura habitual, ahora el que caminaba era un portentoso fenómeno de la naturaleza musculado con brazos de yunque—. Akame...
¡VEN AQUÍ, UCHIHA AKAME! ¡MUÉSTRATE!
—Akame... —ese nombre. Ese jodido nombre era el centro de todas sus frustraciones. Ese jodido nombre pertenecía a un puto traidor, que le apuñaló por la espalda en el momento en que decidía desaparecerse por un par de días—. Akame... —su voz aumentaba en consideración con la pulsación de sus latidos. El corazón le galopaba como un corcel salvaje recorriendo las salvajes y vastas praderas de Kaminari no Kuni, y con cada bombeo de sangre, el agua en su interior también revoleaba como si el mismísimo amenokami estuviera controlando los mares contenidos en sus genes. Fibra a fibra. Músculo a músculo. Kaido fue transformándose en una bestia animalesca que en yuxtaposición con su contextura habitual, ahora el que caminaba era un portentoso fenómeno de la naturaleza musculado con brazos de yunque—. Akame...
¡VEN AQUÍ, UCHIHA AKAME! ¡MUÉSTRATE!