26/09/2019, 18:37
(Última modificación: 27/09/2019, 14:26 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.
Razón: Ups. Se me había olvidado especificar que hice una AO
)
Ah, qué bueno aquello. Despertarse después de una buena noche dormida del tirón. ¡Y sin el más ligero rastro de pesadillas! El cuerpo estaba descansado, sin ojeras, ni con los ojos picándole por la falta de sueño. ¿Y la mente? ¡La mente estaba pletórica! ¡Rejuvenecida!
Para otro cualquiera, aquella habría sido una mañana cualquiera. No para Datsue. Después de año y medio sufriendo las torturas nocturnas de Shukaku, el Uchiha todavía saboreaba aquellos momentos como gloria bendita. Porque sabía lo fácil que se evaporaban de un segundo para otro.
Se extrañó de no ver al Uzukage, pero no quiso darle mayor importancia por el momento. Se levantó, todavía bostezando, y tras contemplar la luz que salía de la chimenea —esta vez sin fuego—, se dirigió al cuarto de baño.
Fue allí, en ese sagrado momento donde las mejores ideas brotan de la mente —sí, se encontraba cagando—, cuando se le ocurrió. Se le ocurrió qué sellarse en la mano.
—Ah, no me esperaba menos de ti, querido Datsue. Brillante, como siempre. Audaz. Con un toque intrépido. ¡JIA JIA JIA! —Tiró de la cadena.
Luego, realizó cinco sellos en total, y el jutsu quedó sellado en la palma de su mano. ¿Cuál? Bueno, eso… ya se descubriría.
—Bueno, pues a prepararse.
Para aquel día tan especial, Datsue había decidido abandonar sus habituales ropajes para vestirse con su indumentaria de gala: chaleco jōnin —sin mangas, y con la placa identificativa en el brazo derecho—; bandana al hombro izquierdo; pantalón y botas oficiales; portaobjetos básico y avanzado a la cadera, uno a cada lado; y el ōkunai atado a la cintura con un cinto, perfecto para desenvainar con su mano derecha.
Concentrado en su labor, ordenó las armas y las herramientas de las que disponía, colocándolas en los bolsillos del chaleco o el portaobjetos según creía que le convenía más para aquel combate. Por último, se palpó los calzones. «Ah, aquí están. Mis viejas amigas. No creo que hoy me hagáis falta, ¿eh?» Por supuesto, se refería al juego de ganzúas que siempre llevaba en el dobladillo del calzoncillo.
—Sí… Estás listo. ¡Estás listo! ¡Vamos coño vamos! ¡Tú puedes joder! —A falta de público, nunca estaba de más darse ánimos a sí mismo. Aunque…
No podría haber combate sin rival. ¿Dónde narices se había metido Hanabi? Volvió hasta el cuarto de baño, pero en lugar de meterse por la puerta, siguió descendiendo por las escaleras unos cuantos pasos más.
—¿Hanabi-sama? ¿Anda por ahí?
Para otro cualquiera, aquella habría sido una mañana cualquiera. No para Datsue. Después de año y medio sufriendo las torturas nocturnas de Shukaku, el Uchiha todavía saboreaba aquellos momentos como gloria bendita. Porque sabía lo fácil que se evaporaban de un segundo para otro.
Se extrañó de no ver al Uzukage, pero no quiso darle mayor importancia por el momento. Se levantó, todavía bostezando, y tras contemplar la luz que salía de la chimenea —esta vez sin fuego—, se dirigió al cuarto de baño.
Fue allí, en ese sagrado momento donde las mejores ideas brotan de la mente —sí, se encontraba cagando—, cuando se le ocurrió. Se le ocurrió qué sellarse en la mano.
—Ah, no me esperaba menos de ti, querido Datsue. Brillante, como siempre. Audaz. Con un toque intrépido. ¡JIA JIA JIA! —Tiró de la cadena.
Luego, realizó cinco sellos en total, y el jutsu quedó sellado en la palma de su mano. ¿Cuál? Bueno, eso… ya se descubriría.
—Bueno, pues a prepararse.
Para aquel día tan especial, Datsue había decidido abandonar sus habituales ropajes para vestirse con su indumentaria de gala: chaleco jōnin —sin mangas, y con la placa identificativa en el brazo derecho—; bandana al hombro izquierdo; pantalón y botas oficiales; portaobjetos básico y avanzado a la cadera, uno a cada lado; y el ōkunai atado a la cintura con un cinto, perfecto para desenvainar con su mano derecha.
Concentrado en su labor, ordenó las armas y las herramientas de las que disponía, colocándolas en los bolsillos del chaleco o el portaobjetos según creía que le convenía más para aquel combate. Por último, se palpó los calzones. «Ah, aquí están. Mis viejas amigas. No creo que hoy me hagáis falta, ¿eh?» Por supuesto, se refería al juego de ganzúas que siempre llevaba en el dobladillo del calzoncillo.
—Sí… Estás listo. ¡Estás listo! ¡Vamos coño vamos! ¡Tú puedes joder! —A falta de público, nunca estaba de más darse ánimos a sí mismo. Aunque…
No podría haber combate sin rival. ¿Dónde narices se había metido Hanabi? Volvió hasta el cuarto de baño, pero en lugar de meterse por la puerta, siguió descendiendo por las escaleras unos cuantos pasos más.
—¿Hanabi-sama? ¿Anda por ahí?
1 AO
–
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado