28/09/2019, 06:54
Los ojos desorbitados de Umikiba Kaido dilucidaban la información a un paso encabritado, tratando de entender cómo Money tenía tantos detalles de ese hombre, y de por qué Akame estaba al tanto de su misión en la Prisión del Yermo. Ahora mismo mil y un ideas pasaban por su cabeza, hasta el punto en el que creyó que ésto no era más que una propuesta de algún hijo de puta para gastarle una broma de mal gusto.
No obstante, conocía tan bien al Uchiha que poco le duró la posibilidad de que estuvieran mintiendo. Y el puto Money de los huevos no era de ese estilo de criminal. Después de todo, joder de esa forma a su aliado azul sería mal negocio.
La mano de Kaido apuntó al pergamino, mientras sus ojos se cruzaban con el sharingan de Akame.
—Uchiha Zaide está muerto. Yo lo maté. ¡Yo lo maté! yo... —algo en su enfática confirmación empezaba a desmoronarse, a medida de que estudiaba más a fondo, sin temor alguno, el rojo vivo de ese par de ojos inyectados en sangre. Entonces, empezó a imaginar. Y si... ¡No! estaba seguro de haber mantenido la mirada gacha durante su combate y de nunca haberle visto a los ojos. ¿Qué idiota caía en la misma trampa dos veces? Datsue le había enseñado bien en ese menester, desde luego. Pero de nuevo, Y si...
Y si...
Y si...
Y si...Y si...
—No, no es posible. Su cadáver, está sellado... solo, solo necesitamos a Otohime. ¡Llamad a Otohime, joder! —y lamentablemente cuando la realidad golpea súbitamente los resquicios de tu propia insanidad, al afectado no le queda más remedio que perder el control—. yo lo maté, yo lo maté, yo lo maté...
Como si repetirlo constantemente iba a convertir su añoro en realidad.
No obstante, conocía tan bien al Uchiha que poco le duró la posibilidad de que estuvieran mintiendo. Y el puto Money de los huevos no era de ese estilo de criminal. Después de todo, joder de esa forma a su aliado azul sería mal negocio.
La mano de Kaido apuntó al pergamino, mientras sus ojos se cruzaban con el sharingan de Akame.
—Uchiha Zaide está muerto. Yo lo maté. ¡Yo lo maté! yo... —algo en su enfática confirmación empezaba a desmoronarse, a medida de que estudiaba más a fondo, sin temor alguno, el rojo vivo de ese par de ojos inyectados en sangre. Entonces, empezó a imaginar. Y si... ¡No! estaba seguro de haber mantenido la mirada gacha durante su combate y de nunca haberle visto a los ojos. ¿Qué idiota caía en la misma trampa dos veces? Datsue le había enseñado bien en ese menester, desde luego. Pero de nuevo, Y si...
Y si...
Y si...
Y si...Y si...
—No, no es posible. Su cadáver, está sellado... solo, solo necesitamos a Otohime. ¡Llamad a Otohime, joder! —y lamentablemente cuando la realidad golpea súbitamente los resquicios de tu propia insanidad, al afectado no le queda más remedio que perder el control—. yo lo maté, yo lo maté, yo lo maté...
Como si repetirlo constantemente iba a convertir su añoro en realidad.