29/09/2019, 20:43
(Última modificación: 29/09/2019, 20:46 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
El grito desgarrador de Naia retumbó en la Plaza de los Delfines, retumbando en los oídos de los presentes, lacerando sus tímpanos, cuando las agujas de agua se clavaron en sus piernas sin ningún tipo de piedad. Pero Ayame sintió una satisfacción que jamás creería que fuera a sentir hiriendo a alguien, tal era su odio por aquella mujer. Claramente enardecida por el engaño sufrido, la mujer dio dos pasos hacia atrás para alejarse del agua y pisar tierra firme mientras sus manos volvían a entrelazarse rápidamente. La Náyade golpeó el suelo con ambas manos y, de repente, los restos de la Fuente de los Delfines se hundieron estrepitosamente con un enorme estruendo de escombros y agua siendo engullida por el súbito agujero creado.
Tanto mejor para ella, aquel lago había dejado de ser una ventaja en el mismo momento en el que Shannako había entrado en escena.
Luchando contra la marea, la figura de Ayame surgió de entre las aguas, justo en aquel punto donde había apuñalado de aquella manera a Naia. Seguía sintiendo el veneno en sus venas carcomiéndola, pero estaba bien, y el sueño había desaparecido. No perdió ni un solo instante.
—Antes has dicho que no debería haber venido sola... —murmuró, y una vorágine de chakra blanquecino la envolvió como una capa y a Naia le pareció ver que uno de sus ojos centelleaba en azul cuando clavó una mirada llena de determinación en ella—. Pero yo NUNCA estoy sola.
La kunoichi pisó con fuerza y con un breve salto aterrizó en suelo firme, lanzando en el proceso cuatro senbon que se abalanzaron contra las piernas y los brazos de Naia, respectivamente.
—¿Qué se siente al ser engañado por otra persona, eh? ¿Cómo sabe tu propia medicina? —le espetó, andando lentamente hacia ella con los puños apretados.
Le habría encantado abalanzarse sobre ella, estaba deseando hacerlo. Pero era bien consciente de que los movimientos rápidos eran un arma de doble filo, y ella aún sentía el cansancio de haber usado la Técnica de Intercambio.
«Si Daruu y Shannako están aquí... ¿Qué demonios ha pasado en el subterráneo?» No era el momento de preguntarse algo así, sin embargo, por lo que enseguida desechó aquellas preguntas de su mente para concentrarse en lo importante.
Mientras tanto, Shannako se enfrentaba al enorme felino y a la otra Ayame, que se deshizo en agua en cuanto las agujas de electricidad la alcanzaron de lleno, sin hacer ningún amago por esquivarlas.
Tanto mejor para ella, aquel lago había dejado de ser una ventaja en el mismo momento en el que Shannako había entrado en escena.
Luchando contra la marea, la figura de Ayame surgió de entre las aguas, justo en aquel punto donde había apuñalado de aquella manera a Naia. Seguía sintiendo el veneno en sus venas carcomiéndola, pero estaba bien, y el sueño había desaparecido. No perdió ni un solo instante.
—Antes has dicho que no debería haber venido sola... —murmuró, y una vorágine de chakra blanquecino la envolvió como una capa y a Naia le pareció ver que uno de sus ojos centelleaba en azul cuando clavó una mirada llena de determinación en ella—. Pero yo NUNCA estoy sola.
La kunoichi pisó con fuerza y con un breve salto aterrizó en suelo firme, lanzando en el proceso cuatro senbon que se abalanzaron contra las piernas y los brazos de Naia, respectivamente.
—¿Qué se siente al ser engañado por otra persona, eh? ¿Cómo sabe tu propia medicina? —le espetó, andando lentamente hacia ella con los puños apretados.
Le habría encantado abalanzarse sobre ella, estaba deseando hacerlo. Pero era bien consciente de que los movimientos rápidos eran un arma de doble filo, y ella aún sentía el cansancio de haber usado la Técnica de Intercambio.
«Si Daruu y Shannako están aquí... ¿Qué demonios ha pasado en el subterráneo?» No era el momento de preguntarse algo así, sin embargo, por lo que enseguida desechó aquellas preguntas de su mente para concentrarse en lo importante.
Mientras tanto, Shannako se enfrentaba al enorme felino y a la otra Ayame, que se deshizo en agua en cuanto las agujas de electricidad la alcanzaron de lleno, sin hacer ningún amago por esquivarlas.