29/09/2019, 20:47
Pero Kaido no oyó.
No oyó las advertencias de Money. Sólo sus lamentos. No oyó las peticiones de Akame, sólo su voz estridente y de sabelotodo que sacaba de quicio a cualquiera. No oyó ni a su voluntad levantándole el ánimo, sino a una poderosa sensación de lamento atizándole por dentro.
Shaneji. Zaide. La Gran Reunión.
Mañana sería un día importante y vital para la supervivencia. Del Dragón, y de todas sus cabezas.
A la mañana siguiente, Umikiba Kaido fue el primero en acudir al salón en el que se encontraba la gran mesa donde reposaban las cabezas talladas de Dragón y, por tanto, donde se hacían las reuniones de la organización. Estaba mucho más sereno y calmado que el día anterior, y había tenido tiempo para meditar muchas cosas. Cosas que debía resolver como para no perder el control, ahora frente a los otros siete. Además, le fuera difícil admitirlo o no, Akame tenía mucha razón al decir que había demasiados frentes abiertos y todos, o casi todos; se ceñían sobre el propio Kaido como una nube de tormenta. El tema de Zaide, el tema de Muñeca, el tema de su fracaso. Incluso de su ingenuidad, o de la facilidad con la que le habrían engañado para pensar que no había tenido sino el más rotundo de los éxitos.
Suspiró profundo y calmó la marea de su interior. Hoy, sus acciones podían traducirse en una delgada y pequeña línea entre la vida y la muerte misma.
No oyó las advertencias de Money. Sólo sus lamentos. No oyó las peticiones de Akame, sólo su voz estridente y de sabelotodo que sacaba de quicio a cualquiera. No oyó ni a su voluntad levantándole el ánimo, sino a una poderosa sensación de lamento atizándole por dentro.
Shaneji. Zaide. La Gran Reunión.
Mañana sería un día importante y vital para la supervivencia. Del Dragón, y de todas sus cabezas.
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A la mañana siguiente, Umikiba Kaido fue el primero en acudir al salón en el que se encontraba la gran mesa donde reposaban las cabezas talladas de Dragón y, por tanto, donde se hacían las reuniones de la organización. Estaba mucho más sereno y calmado que el día anterior, y había tenido tiempo para meditar muchas cosas. Cosas que debía resolver como para no perder el control, ahora frente a los otros siete. Además, le fuera difícil admitirlo o no, Akame tenía mucha razón al decir que había demasiados frentes abiertos y todos, o casi todos; se ceñían sobre el propio Kaido como una nube de tormenta. El tema de Zaide, el tema de Muñeca, el tema de su fracaso. Incluso de su ingenuidad, o de la facilidad con la que le habrían engañado para pensar que no había tenido sino el más rotundo de los éxitos.
Suspiró profundo y calmó la marea de su interior. Hoy, sus acciones podían traducirse en una delgada y pequeña línea entre la vida y la muerte misma.