29/09/2019, 21:37
Uchiha Akame hizo acto de presencia en el Salón —como él había bautizado a aquella parte de Ryugu-jō, a falta de otro nombre— poco después de su azulado compañero. Vestía con un yukata de color marrón claro, ceñido con un obi rojo bermellón en la cintura, y calzaba unos pantalones bombachos de color azul oscuro ceñidos a las pantorrillas por sus sandalias con espinilleras. Pese a que llevaba el rostro descubierto, unas vendas se enrollaban en su frente de forma similar a como antaño lo había hecho una bandana; sujetando aquella pluma azul eléctrico sobre su oreja izquierda. Llevaba sus portaobjetos en la cintura y en el muslo derecho, y su fiel ninjatō colgado a la espalda.
Caminaba con paso calmado pero cauto. No había pasado una buena noche; el torbellino de emociones que había suscitado en su interior todo lo acontecido durante aquel día amenazaba con volverle loco, y había tenido que agarrarse a su fuerza de voluntad como a un clavo ardiendo para no visitar las dependencias de Money y pedirle un poco de magia azul para relajarse. Había resistido... Pero a cambio de apenas pegar ojo durante toda la noche.
Así que allí estaba. Pasó junto a Kaido con un pitillo encendido en la boca, a medio fumar, mientras daba cortas caladas y expulsaba el humo por la nariz como un auténtico dragón. Finalmente llegó a su asiento —el que Money le había dicho el día anterior—, retiró la silla y se sentó con toda la naturalidad del mundo. Sus ojos deambularon por la sala un poco antes de clavarse en el Gyojin.
—Buenos días, Kaido-san.
Fumó una calada honda y dejó ir el humo.
Caminaba con paso calmado pero cauto. No había pasado una buena noche; el torbellino de emociones que había suscitado en su interior todo lo acontecido durante aquel día amenazaba con volverle loco, y había tenido que agarrarse a su fuerza de voluntad como a un clavo ardiendo para no visitar las dependencias de Money y pedirle un poco de magia azul para relajarse. Había resistido... Pero a cambio de apenas pegar ojo durante toda la noche.
Así que allí estaba. Pasó junto a Kaido con un pitillo encendido en la boca, a medio fumar, mientras daba cortas caladas y expulsaba el humo por la nariz como un auténtico dragón. Finalmente llegó a su asiento —el que Money le había dicho el día anterior—, retiró la silla y se sentó con toda la naturalidad del mundo. Sus ojos deambularon por la sala un poco antes de clavarse en el Gyojin.
—Buenos días, Kaido-san.
Fumó una calada honda y dejó ir el humo.