30/09/2019, 11:34
Ayame estaba equivocada. No era seducción. La seducción, por lo general era el paso previo. Naia lo sabía. Ese era su modus operandi para hacer caer a los más voluntariosos, pero en aquella situación, tan estresada y superada como estaba tras haber perdido cualquier ventaja estratégica que pudiera haber tenido minutos atrás, la Náyade había cometido un error garrafal.
La guardiana, por eso, sintió en sus labios un sabor amargo tras un beso que Naia intentó que fuera pasional y que quedó en un frío rechazo, donde su lengua no pudo jugar virtuosa en los confines de la boca de su intento de víctima. Las manos de Naia apretaron fuerte sobre el agarre que tenía en Ayame, quien por alguna razón no deshizo su cuerpo en agua; y la cual preparaba en subterfugio un golpe bajo que Naia no pudo evitar por la desesperación de ver que su treta no iba a tener éxito. Sendo rodillazo se clavó en su vientre, sacándole el aire y lanzándola por encima de Ayame. La Náyade cayó a medio metro revolcándose de dolor, con hilos de sangre emanándole de la boca como si le hubieran reventado algo ahí dentro.
La víbora empezó a moverse por la tierra húmeda como lo que era, como una rastrera. Aferrando sus dedos ahora frágiles a la endeble granalla en la que se había convertido aquél terreno, mientras que sus ojos ahora desorbitados contemplaban muy de cerca un imprevisto final. ¿Cómo? ¿como esa maldita niñata le había puesto en esta situación? ¿será qué... será que esperó demasiado? ¿para su venganza?
Fue algo que nunca previó. Que los retoños de sus más ancestrales enemigos —Kiroe y Zetsuo—. fueran a ser quienes se cobraran su final. Quizás tendría que haberlos matado en aquella playa, cuando le robó los ojos y desapareció sin dejar rastro. Quizás, su no se hubiera ensañado, habría hecho pagar a Kiroe con la muerte de su hijo. Sí, eso hubiera sido suficiente. Quizás no tan satisfactorio, pero suficiente. Lamentablemente, Nakura Naia nunca se conformaba con poco. Para ella era el todo o nada. Y eso, muy a su pesar, jugaba tanto para la victoria como para la derrota.
—Maldita... —allí no quedaba rastro de Naia, la seductora. Tenía los cabellos rubios enmarañados y sucios, estaba herida y llena de sangre por todos lados. Su pulcro conjunto ajustado blanco ahora era un harapo curtido que predecía de alguna forma su muy cercano final—. ¿crees que esto es todo? ¿crees que vas a ganar, eh, mocosa?
De pronto, Ayame y Naia escucharon una potente explosión allá en donde se resolvía el combate de Daruu y Shannako.
Shanakko se volteó al ver que sus hilachos de raiton no habían dado en su objetivos, pues estos habían tenido por presto de moverse hacia adelante aún sin saber a dónde había ido a parar ella, o de qué podría haberles venido. Supuso que era un shinobi diestro y precavido y que de alguna forma había podido prever que su movimiento iba dirigido directamente hacia él y sus gatos. De todas formas, su notable percepción no sólo le permitió adelantarse al hecho de que Daruu se había alejado junto a sus bestias un par de metros, sino que en el transcurso de aquél alejamiento, un extraño humo azul emergió de la nada para cubrir la estratagema de Daruu, que no fue otra sino de flanquear en un arco a la Náyade y él, por el frente, atacar también.
La morena, de todas formas, había aprovechado el tiempo que tardó en emerger de su cortina azul para ella haber ejecutado los sellos correspondientes y cuando venían hacia ella, dar un ágil y portentoso salto atrás mientras dejaba una estela de humo negro, como el de una kemuridama; que envolvió a Daruu y a sus bestias, y que se extendió a unos largos séis metros de ancho y tres de ancho.
Bastó un chasquido para que una explosión en cadena, de grandes proporciones, envolviera toda la nube que bien escondía millones de partículas explosivas que calcinarían todo lo que estuviera en su radio de acción.
La guardiana, por eso, sintió en sus labios un sabor amargo tras un beso que Naia intentó que fuera pasional y que quedó en un frío rechazo, donde su lengua no pudo jugar virtuosa en los confines de la boca de su intento de víctima. Las manos de Naia apretaron fuerte sobre el agarre que tenía en Ayame, quien por alguna razón no deshizo su cuerpo en agua; y la cual preparaba en subterfugio un golpe bajo que Naia no pudo evitar por la desesperación de ver que su treta no iba a tener éxito. Sendo rodillazo se clavó en su vientre, sacándole el aire y lanzándola por encima de Ayame. La Náyade cayó a medio metro revolcándose de dolor, con hilos de sangre emanándole de la boca como si le hubieran reventado algo ahí dentro.
La víbora empezó a moverse por la tierra húmeda como lo que era, como una rastrera. Aferrando sus dedos ahora frágiles a la endeble granalla en la que se había convertido aquél terreno, mientras que sus ojos ahora desorbitados contemplaban muy de cerca un imprevisto final. ¿Cómo? ¿como esa maldita niñata le había puesto en esta situación? ¿será qué... será que esperó demasiado? ¿para su venganza?
Fue algo que nunca previó. Que los retoños de sus más ancestrales enemigos —Kiroe y Zetsuo—. fueran a ser quienes se cobraran su final. Quizás tendría que haberlos matado en aquella playa, cuando le robó los ojos y desapareció sin dejar rastro. Quizás, su no se hubiera ensañado, habría hecho pagar a Kiroe con la muerte de su hijo. Sí, eso hubiera sido suficiente. Quizás no tan satisfactorio, pero suficiente. Lamentablemente, Nakura Naia nunca se conformaba con poco. Para ella era el todo o nada. Y eso, muy a su pesar, jugaba tanto para la victoria como para la derrota.
—Maldita... —allí no quedaba rastro de Naia, la seductora. Tenía los cabellos rubios enmarañados y sucios, estaba herida y llena de sangre por todos lados. Su pulcro conjunto ajustado blanco ahora era un harapo curtido que predecía de alguna forma su muy cercano final—. ¿crees que esto es todo? ¿crees que vas a ganar, eh, mocosa?
De pronto, Ayame y Naia escucharon una potente explosión allá en donde se resolvía el combate de Daruu y Shannako.
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Shanakko se volteó al ver que sus hilachos de raiton no habían dado en su objetivos, pues estos habían tenido por presto de moverse hacia adelante aún sin saber a dónde había ido a parar ella, o de qué podría haberles venido. Supuso que era un shinobi diestro y precavido y que de alguna forma había podido prever que su movimiento iba dirigido directamente hacia él y sus gatos. De todas formas, su notable percepción no sólo le permitió adelantarse al hecho de que Daruu se había alejado junto a sus bestias un par de metros, sino que en el transcurso de aquél alejamiento, un extraño humo azul emergió de la nada para cubrir la estratagema de Daruu, que no fue otra sino de flanquear en un arco a la Náyade y él, por el frente, atacar también.
La morena, de todas formas, había aprovechado el tiempo que tardó en emerger de su cortina azul para ella haber ejecutado los sellos correspondientes y cuando venían hacia ella, dar un ágil y portentoso salto atrás mientras dejaba una estela de humo negro, como el de una kemuridama; que envolvió a Daruu y a sus bestias, y que se extendió a unos largos séis metros de ancho y tres de ancho.
Bastó un chasquido para que una explosión en cadena, de grandes proporciones, envolviera toda la nube que bien escondía millones de partículas explosivas que calcinarían todo lo que estuviera en su radio de acción.