30/09/2019, 19:14
(Última modificación: 30/09/2019, 19:34 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Un extraño sabor inundó su boca, era un sabor amargo que nunca había experimentado en su vida. Y entonces lo entendió.
«¡¡VENENO!!»
El rodillazo enganchó a Naia, que se vio obligada a romper el contacto cuando perdió el aire de sus pulmones y se vio expulsada a un lado, revolviéndose de dolor entre toses sanguinolentas. Ayame se reincorporó todo lo deprisa que pudo, limpiándose los labios y escupiendo a un lado para evitar que ni una gota de toxina volviera a inundar su cuerpo.
—Maldita... —oyó decir a Naia, y Ayame se volvió hacia ella. La espléndida mujer se había convertido en algo que distaba de ser siquiera una sombra de lo que fue. En un guiñapo polvoriento, sucio y arrancado de toda la belleza de la que tanto presumía. Ensangrentada, con los cabellos mojados y sucios, y con aquella espléndida túnica reducida a apenas un trapo agujereado, costaba mucho creer que aquella Náyade hubiese sido la que había hecho perder la cabeza a tantas personas—. ¿Crees que esto es todo? ¿crees que vas a ganar, eh, mocosa?
El rostro de Ayame se encombreció.
—Ganaré —sentenció, mientras sus manos comenzaban a entrelazarse lentamente—. Por Daruu. Por Kiroe. Por la familia que rompiste en mil pedazos. —Tigre—. Por todas esas vidas de todas aquellas personas, mujeres, hombres y niños; que destrozaste con tu obsesión por el poder y el dinero —Carnero—.Por mi padre y por mi hermano. Los protegeré a todos. —Buey—. ¡Por supuesto que ganaré!
Palmada.
Y con una breve ondulación en el aire, Ayame se transformó en Naia. En una versión de Naia más hermosa que nunca, con sus resplandecientes cabellos dorados cayendo de forma sinuosa por sus sugerentes hombros y sus ojos de esmeraldas. La [i]Náyade se acercó contoneándose como una cobra, se subió sobre su víctima, inmovilizada contra el suelo por las heridas, y pasando sus tersas piernas a ambos lados de su cuerpo, acercó su rostro al de ella, hasta que su aliento dulzón le hizo cosquillas en la mejilla.
—Pero primero probarás tu propia medicina —sonrió, con la sonrisa más encantadora que jamás había existido sobre la faz de Oonindo.
Fue un acto tan rápido como brutal. Naia clavó sus dedos de arpía en las cuencas oculares de su víctima, que sintió un dolor punzante y atroz atravesándole el cráneo. Pero Naia no terminó allí e hizo palanca hasta hacerse con su preciado trofeo: dos ojos del color de las esmeraldas que miraban sin ver al infinito, lejos de donde deberían estar...[/i]
«¡¡VENENO!!»
El rodillazo enganchó a Naia, que se vio obligada a romper el contacto cuando perdió el aire de sus pulmones y se vio expulsada a un lado, revolviéndose de dolor entre toses sanguinolentas. Ayame se reincorporó todo lo deprisa que pudo, limpiándose los labios y escupiendo a un lado para evitar que ni una gota de toxina volviera a inundar su cuerpo.
—Maldita... —oyó decir a Naia, y Ayame se volvió hacia ella. La espléndida mujer se había convertido en algo que distaba de ser siquiera una sombra de lo que fue. En un guiñapo polvoriento, sucio y arrancado de toda la belleza de la que tanto presumía. Ensangrentada, con los cabellos mojados y sucios, y con aquella espléndida túnica reducida a apenas un trapo agujereado, costaba mucho creer que aquella Náyade hubiese sido la que había hecho perder la cabeza a tantas personas—. ¿Crees que esto es todo? ¿crees que vas a ganar, eh, mocosa?
El rostro de Ayame se encombreció.
—Ganaré —sentenció, mientras sus manos comenzaban a entrelazarse lentamente—. Por Daruu. Por Kiroe. Por la familia que rompiste en mil pedazos. —Tigre—. Por todas esas vidas de todas aquellas personas, mujeres, hombres y niños; que destrozaste con tu obsesión por el poder y el dinero —Carnero—.Por mi padre y por mi hermano. Los protegeré a todos. —Buey—. ¡Por supuesto que ganaré!
Palmada.
Y con una breve ondulación en el aire, Ayame se transformó en Naia. En una versión de Naia más hermosa que nunca, con sus resplandecientes cabellos dorados cayendo de forma sinuosa por sus sugerentes hombros y sus ojos de esmeraldas. La [i]Náyade se acercó contoneándose como una cobra, se subió sobre su víctima, inmovilizada contra el suelo por las heridas, y pasando sus tersas piernas a ambos lados de su cuerpo, acercó su rostro al de ella, hasta que su aliento dulzón le hizo cosquillas en la mejilla.
—Pero primero probarás tu propia medicina —sonrió, con la sonrisa más encantadora que jamás había existido sobre la faz de Oonindo.
Fue un acto tan rápido como brutal. Naia clavó sus dedos de arpía en las cuencas oculares de su víctima, que sintió un dolor punzante y atroz atravesándole el cráneo. Pero Naia no terminó allí e hizo palanca hasta hacerse con su preciado trofeo: dos ojos del color de las esmeraldas que miraban sin ver al infinito, lejos de donde deberían estar...[/i]