1/10/2019, 02:08
(Última modificación: 1/10/2019, 12:28 por Amedama Daruu. Editado 2 veces en total.)
El filo de Naiyoru cortó el aire, así como el tiburón que pasó raudo a través de él rozó su espada y la desencajó de sus poderosas fauces. El acero rodó por el suelo y el gato se afanó por recuperarlo corriendo allá donde cayese.
Shannako, una vez más, atravesó el aire como si fuera mantequilla. Un chispazo potente cegó a Daruu apareciendo ante él, blandiendo una cuchilla de rayos que cargaba consigo un mal augurio. Los dedos, la mano y el brazo de la Náyade atravesaron el abdomen de Daruu hasta el fondo. El muchacho tosió un esputo sanguinolento, que fue a parar a la camisa de Shannako. Respiró con dificultad y se agarró a los brazos de la mujer, ignorando si tocar aquella refulgente capa de electricidad le causaría algún daño. No tanto daño, desde luego, como la perforación sangrante y letal de su estómago.
—No... no lo entiendes. —Daruu sonrió. Aquél estúpido mocoso, incluso en una situación como aquella, se permitía sonreirle al destino—. Te he dicho... que estáis muertas.
»Estáis muertas porque no pudisteis vencer a Kiroe, que descubrió vuestros planes. Porque rehizo su vida. Porque aquí estoy yo, el mayor producto de su amor. Llevando sus ojos.
»Estáis muertas porque no pudisteis vencer a Yui, quien confió en nosotros para acabar con vosotras años después. No os sirvió de nada huir.
»Estás muerta porque te creíste más lista que Aotsuki Zetsuo, un hombre que te persiguió más allá del error de dejarte marchar en el pasado, confiando en el futuro. Confiando en el muchacho a quien entrenó bien.
La sonrisa de Daruu se ensanchó.
—En realidad, Shannako... sí. Ya estás muerta.
Cuando eres tán rápida que ningún hombre puede alcanzarte, crees que puedes huir de cualquier técnica, golpe mortal o treta que pueda acabar contigo. Cuando tienes los sentidos tan alerta que serías capaz de detectar hasta el más mínimo movimiento, crees que eres incapaz de ser engañada por nadie.
Esas dos fueron, concretamente, las dos cosas que acabaron con la vida de Shannako.
Ahora lo único que quedaba de consciencia eran los segundos de vida que restaran a su cabeza separada del cuerpo. El miembro se precipitaba hacia un lado, girando. Vio la sombra de un gato negro. Empuñaba una espada manchada con su sangre. Su cuerpo, al lado ahora, se desplomó de rodillas, y más tarde cayó a plomo al suelo.
Daruu separó las manos al fin, y agradeció mil veces a Aotsuki Zetsuo todos aquellos madrugones a cambio de que aprendiese el noble arte de las técnicas ilusorias.
Shannako, una vez más, atravesó el aire como si fuera mantequilla. Un chispazo potente cegó a Daruu apareciendo ante él, blandiendo una cuchilla de rayos que cargaba consigo un mal augurio. Los dedos, la mano y el brazo de la Náyade atravesaron el abdomen de Daruu hasta el fondo. El muchacho tosió un esputo sanguinolento, que fue a parar a la camisa de Shannako. Respiró con dificultad y se agarró a los brazos de la mujer, ignorando si tocar aquella refulgente capa de electricidad le causaría algún daño. No tanto daño, desde luego, como la perforación sangrante y letal de su estómago.
—No... no lo entiendes. —Daruu sonrió. Aquél estúpido mocoso, incluso en una situación como aquella, se permitía sonreirle al destino—. Te he dicho... que estáis muertas.
»Estáis muertas porque no pudisteis vencer a Kiroe, que descubrió vuestros planes. Porque rehizo su vida. Porque aquí estoy yo, el mayor producto de su amor. Llevando sus ojos.
»Estáis muertas porque no pudisteis vencer a Yui, quien confió en nosotros para acabar con vosotras años después. No os sirvió de nada huir.
»Estás muerta porque te creíste más lista que Aotsuki Zetsuo, un hombre que te persiguió más allá del error de dejarte marchar en el pasado, confiando en el futuro. Confiando en el muchacho a quien entrenó bien.
La sonrisa de Daruu se ensanchó.
—En realidad, Shannako... sí. Ya estás muerta.
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Cuando eres tán rápida que ningún hombre puede alcanzarte, crees que puedes huir de cualquier técnica, golpe mortal o treta que pueda acabar contigo. Cuando tienes los sentidos tan alerta que serías capaz de detectar hasta el más mínimo movimiento, crees que eres incapaz de ser engañada por nadie.
Esas dos fueron, concretamente, las dos cosas que acabaron con la vida de Shannako.
Ahora lo único que quedaba de consciencia eran los segundos de vida que restaran a su cabeza separada del cuerpo. El miembro se precipitaba hacia un lado, girando. Vio la sombra de un gato negro. Empuñaba una espada manchada con su sangre. Su cuerpo, al lado ahora, se desplomó de rodillas, y más tarde cayó a plomo al suelo.
Daruu separó las manos al fin, y agradeció mil veces a Aotsuki Zetsuo todos aquellos madrugones a cambio de que aprendiese el noble arte de las técnicas ilusorias.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)